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Guillermo Fariñas / «Quien se oponga al régimen estos días será neutralizado»
El disidente cree que el Gobierno busca credibilidad con la visita
Guillermo Fariñas es uno de los símbolos de la resistencia pacífica a la dictadura cubana. Con sus decenas de huelgas de hambre, este psicólogo y periodista galardonado con el premio Sájarov que otorga el Parlamento Europeo a los defensores de los derechos humanos y de la libertad se ha convertido en uno de los «contrarrevolucionarios» más incómodos para el Gobierno de Raúl Castro. Católico practicante, dice ser «escéptico» ante la posibilidad de que la visita del Papa mejore la situación del país por la actitud del régimen, aunque asegura que cualquier concentración que no haya sido convocada por el Partido Comunista «es un paso adelante hacia la democracia». Advierte Fariñas a Benedicto XVI de los intentos del Gobierno de manipular la visita y propone a la Iglesia católica como mediadora en un eventual proceso de negociación con la oposición.
–¿Piensa que la visita de Benedicto XVI propiciará un cambio en Cuba?
–Soy escéptico respecto a los efectos que pueda tener el viaje. Vivimos en un Estado de represión. Recordemos lo que ocurrió hace unos días, cuando fueron arrestadas decenas de militantes de las Damas de Blanco. La Iglesia cubana no se pronunció al respecto. Es significativo que el Papa haya dicho en el vuelo que le llevó a México que el marxismo está obsoleto, pero debe repetirlo públicamente en Cuba para que se enteren todos sus ciudadanos. Para mí, que sigo siendo católico pese a que hubo una época de ateísmo recalcitrante en la que era necesario esconder la propia fe, es una alegría que venga el Papa. Cualquier concentración que haya en Cuba y no haya sido convocada por el Partido Comunista es un paso adelante hacia la democracia.
–¿Tiene pensado asistir a las ceremonias presididas por el Papa?
–Tengo intención de ir la misa de La Habana, aunque no sé si me dejarán. Ahora mismo mi casa está custodiada por agentes. El Gobierno intenta que a las misas no vayamos los que resultamos incómodos. Sería bueno que ante esta situación se pronunciase la jerarquía eclesiástica cubana, que está mostrando una plena sintonía con el régimen. El cardenal de La Habana, Jaime Ortega, ha dicho incluso que ya no quedan presos políticos, mientras que Amnistía Internacional ha mostrado en un informe lo contrario. El ministro de Exteriores dijo que iba a fracasar quien intentase obstaculizar la visita del Papa con manipulaciones políticas. Quien intente oponerse al régimen de forma pública durante estos días va a ser neutralizado. Es por ello que Benedicto XVI debe hablar de respeto a todos en sus homilías, para facilitar que podamos acudir a sus misas.
–¿Qué más le gustaría escucharle al Papa?
–Su mensaje debe ser de reconciliación, pero también de respeto a todos los cubanos en igualdad de condiciones. Que las cosas cambien en Cuba depende de la presión internacional. Los opositores cubanos podemos hacer sacrificios, incluso que nos cuesten la vida, pero la presión internacional es imprescindible para lograr un cambio. El Gobierno trata de manipular a la Santa Sede, mientras que ésta también tiene su propia agenda: quiere evangelizar Cuba. El Papa podría caer en una complicidad si en sus intervenciones no denuncia las arbitrariedades que se están cometiendo.
–¿Cómo trata el Gobierno de manipular la visita?
–El régimen necesita credibilidad nacional e internacional. Por eso ha insistido tanto a Benedicto XVI para que visite Cuba, quiere hacer ver que le reconoce hasta el Papa. Hay una falta de credibilidad desde que se produjo el asesinato de Orlando Zapata Tamayo y de otros opositores por parte de sus agentes. El Gobierno está interesado en abrir un camino propicio para los sucesores de las figuras históricas del «castrismo», que están ya en el final de sus vidas. Quiere que el mundo asimile a los nuevos dictadores.
–¿Cree que la Iglesia podría tutelar un eventual proceso de transición democrática?
–La Iglesia católica es el ente más indicado para velar por el proceso de negociación. Debe ser la mediadora. El régimen ha de sentarse en una mesa de negociación con la oposición, en igualdad de condiciones, siendo la Iglesia la parte mediadora entre ellos.
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