Geroa Bai

A veces espina

La Razón
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Rosa Díez es una mujer valiosa e inquieta. En ocasiones, decepcionante. También admirable en otras. Tiene fuerza en la palabra y oquedades ideológicas. Va y viene. Creo que no sabe rodearse de personas coherentes. Fernando Savater le nutre de ideas. Fue partidario del diálogo con la ETA. Rosa Díez no. La UPyD tiene un conflicto en la cumbre. No se entiende la falta de apoyo en el Parlamento vasco a la elección de Arantza Quiroga. Esa abstención no es consecuencia de una profunda reflexión del parlamentario de UPyD. Orden de Madrid. ¿De Rosa Díez o de Savater? La cabeza visible, la responsable ante la opinión pública es Rosa Díez, y esa decisión suena a berrinche histérico. No concuerda la falta de apoyo a la parlamentaria del PP con la firmeza demostrada por Rosa Díez en muchos años de clara valentía. Un coraje que le nació y creció -nadie lo olvide-, cuando abandonó su consejería en el Gobierno vasco presidido por Ardanza. También hay nubes y oscuridades en su trayectoria. Pero ha sabido reunir en torno a su figura los votos del desencanto y de una buena parte del esnobismo intelectual. Votar a UPyD queda muy bien en los salones elegantes. Para mí, que Rosa Díez es una socialista que ha evolucionado hacia un centro que no ha encontrado todavía. Un centro de aire, una imposibilidad. Pero nadie le puede negar el tirón popular y la palabra fácil. Y vanidad. Rosa se viste de valiente, y no miente con su indumentaria. Lo es. Pero también lo son, y mucho más, los que van vestidos en el País Vasco de dianas, de objetivos macabros de la ETA. Arantza Quiroga es una de esas valientes que no se adornan. Y la que se viste de valiente le niega el voto. Muy raro. O celos. He manifestado en muchas ocasiones, de viva voz y por escrito, mi admiración por aquella Rosa Díez que encontró la dignidad cuando dejó de gobernar con los nacionalistas. Pero algo hay en ella, en su persona, en alguna de sus actitudes, que me prohíben la entrega completa. Rosa no marcha sola y abandonada en la política. Cuenta con grandes apoyos en medios de comunicación muy poderosos e influyentes. Se le aventura una buena cosecha de votos en las inmediatas elecciones al Parlamento europeo, en perjuicio, esta vez, del socialismo. Ahí, en el socialismo defraudado tiene su tesoro, porque los votos del esnobismo intelectual en los salones ricos son sonoros, pero no decisivos. Los esnobismos no acumulan multitudes. En cambio, los votantes socialistas desencantados son legión. Y Rosa Díez, desde ese centro que no ha encontrado, puede recibir miles de regalos, más por rechazo a otros que por entusiasmos o convencimientos. Porque Rosa Díez y su UPyD tienen que decir claramente dónde están y hacía qué lugar se dirigen, que todavía no lo han hecho con la suficiente claridad. Y si lo han hecho, no ha trascendido de los altos salones. Deseo su triunfo, y también su coherencia. Esos detallitos de histerismo y pequeñas venganzas no convencen a nadie. Además, un episodio hay en la vida política de Rosa Díez que por mucho que lo he intentado no he logrado perdonar. Siendo consejera de Turismo del Gobierno vasco se empecinó en meter en la cárcel a Antonio Mingote por un dibujo magistral publicado en ABC. Querella criminal. Mingote a la cárcel. No lo consiguió. Más espina que Rosa.