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Al menos 25 muertos por la tormenta tropical «Olga» a su paso por el Caribe

Santiago, la segunda ciudad en importancia de la República Dominicana, llamada también «la ciudad corazón», afronta hoy una situación «tétrica» y «desoladora», tras el paso de la tormenta tropical «Olga», que se cobró la vida de al menos diecisiete de sus habitantes. 
Hasta el momento el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) ha confirmado la muerte de veintidós personas en todo el país a causa de las lluvias provocadas por «Olga», de los cuales diecisiete ocurrieron en Santiago, 155 kilómetros al norte de Santo Domingo. 
La llamada «Ciudad corazón», enclavada en el centro del valle del Cibao, fue la zona más afectada por el fenómeno meteorológico debido a que el río Yaque del Norte, el más caudaloso del país, se desbordó a consecuencia del desagüe de la hidroeléctrica de Tavera, para evitar su colapso. 
La medida es criticada por sectores de la oposición, pero defendida por el director del Instituto de Recursos Hidráulicos (INDRHI), Héctor Rodríguez Pimentel, quien justificó el desagüe de la hidroeléctrica, al afirmar que hubiese ocurrido una «catástrofe» de no tomar esa decisión. 
Hoy en Santiago no hay agua ni energía eléctrica, debido a que la riada provocada por «Olga» dañó el 70 por ciento de los circuitos de electricidad y las obras de infraestructuras del acueducto. 
El director de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santiago, Hamlet Otáñez, dijo a la prensa que mientras persista el problema se distribuirá agua a la población en camiones cisternas, sobre todo en los sectores de la parte alta de la ciudad.
Otánez tildó de «grave» la situación y advirtió que la resolución de la misma podría tardar un tiempo. 
El presidente dominico, Leonel Fernández, visitó ayer las zonas afectadas por la tormenta en Santiago y consideró «una verdadera tragedia» lo ocurrido allí. 
El presidente prometió la reconstrucción de todas las viviendas afectadas y recorrió una instalación deportiva en la que se encuentran más de 1.000 refugiados. 
Mientras tanto, en los refugios los damnificados están desesperados y muchos se lamentan de haberlo perdido todo, porque, afirman, no se les avisó a tiempo de lo que podría ocurrir.
«Yo dormía junto a mi esposo y mis tres hijos de cinco, ocho y diez años, cuando se presentaron unos muchachos (socorristas) de la Defensa Civil y nos dijeron salgan rápido que el río viene crecido», narró a periodistas Ana María Rodríguez, una de las personas que perdió su casa en el sector de Bella Vista. Víctor Rodríguez, otra persona que perdió su casa, tiene un relato similar al de Ana María. 
«Mi esposa y yo dormíamos en nuestra casa, llegaron gente de la Defensa Civil y nos dijeron salgan rápido que el río viene crecido, pero cuando quisimos salir ya nuestra casa estaba inundada», dijo. Rodríguez que se encuentra alojado junto a sus hijos en la casa de su madre ubicada en el sector de Pekin, al sur de Santiago, aseguró que sólo salvó la vida porque salió de prisa en una motocicleta.
Cuando Rodríguez y su familia trataron de sacar sus ajuares no pudieron porque el río había entrado hasta su casa. «Salvamos la vida de casualidad», argumentó y agregó que cuando el río se desbordó él salió por un lado y su esposa por otro. «La creíamos muerta porque no aparecía, pero ya gracias a Dios fue encontrada viva», narró. 
Expertos dicen que hubo un mal manejo de la presa, ya que se podría desaguar por el día y avisarle con tiempo a las personas que viven en la cercanía del Yaque y evitar muertes.
Pero el gobernador de Santiago, José Izquierdo, argumentó que si en esta ciudad y los pueblos del noroeste del país «no hay miles de muertos por la crecida repentina del Yaque, se debe a que la presa fue desfogada a tiempo».
Explicó que la noche del martes al embalse comenzaron a entrarle siete mil metros cúbicos de agua por segundo y se estaban desaguando 300 metros cúbicos, pero que ante esa situación hubo que desaguarle violentamente cinco mil metros cúbicos por segundo. El representante del Gobierno en Santiago aseguró que avisaron con antelación a las personas que viven en zonas vulnerables sobre la situación, pero que algunas se negaron a abandonar sus casas.