Badalona

Alucinaje

La Razón
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Ahora que parece que se calma la fiebre del primer alunizaje, he estado tratando de recordar qué estaba haciendo el día de marras y resulta que no me acuerdo. Yo tengo grabado perfectamente el instante en el que vi por primera vez a Chiquito de la Calzada, pero lo de la luna, como que me pasó resbalando. Me salva que tenía dos años y que mi máxima preocupación en aquel momento era la de localizar con precisión de relojero los pimientos que aparecían en el hule de mi abuela. Me sentaba mi madre en la mesa, con mis patorras gordísimas y hala, a contar hortalizas. En casa de mi abuela, donde el viaje más largo consistía en ir a Navalmoral de la Mata, aquello de que tres señores se subieran a un cohete con destino al espacio sideral, primero importó un rábano, y luego acabó deformado. Pasados los años, me aficioné algo más gracias al ratón Perico, el primer astronauta español, que realizó el trayecto Barcelona- Badalona y bajó de la nave a dos patas. Nada se supo de lo que pudo experimentar, pero quedó erguido para los restos y desactivado como roedor cabal. Le tuve también mucho cariño a Laika, hasta que a Mecano le dio por hacerle una canción y a mí me dio primero cosica y luego, directamente, vergüenza, pero sin embargo no le eché cuenta ninguna a los tres señores que consiguieron aquello que los periódicos llamaron gesta y que consistió en subir a poner una bandera. Mi amigo Vito, insigne cartón, asegura que el secreto de la conquista de la luna es que los tres astronautas eran calvos potenciales: la amplia frente, presagio de la alopecia letal, es un signo inequívoco de la inteligencia y de la valentía, pero también de la moderación y el buen gusto. La otra cara de la luna muestra un astro completamente privado de vegetación y de atmósfera, el arquetipo del cráneo pelado. Pero, puestos a quedarme con una versión, ni negacionistas ni entusiastas. Mi abuela, a la que se oyó decir por el patio de luces: «Se ha subido a la luna Jesús Hermida, ya ves tú».