Catolicismo
Aportación de la Iglesia
Con pleno respeto a la autonomía del orden temporal, sin injerencias abusivas que traspasarían su propia misión y papel que le corresponde, la Iglesia católica puede y debe ofrecer una contribución única a la edificación de una humanidad nueva abierta al futuro. Solidaria de los gozos y esperanzas, dolores y sufrimientos de la humanidad, la Iglesia católica no puede ni quiere permanecer ajena a los problemas que se plantean en el campo social, cultural, económico, político, porque nada verdaderamente humano, en virtud del designio de Dios Creador y Redentor y en virtud de la Encarnación, le es ajeno.
Consciente asimismo de sus responsabilidades para con los hombres y el recto ordenamiento de la sociedad en convivencia y libertad, la Iglesia católica ni puede, ni quiere, ni debe eximirse cuando se trata de hacer que la vida humana se haga cada vez más humana y de orientar las conciencias para que todo lo que compone esta vida responda a la verdadera dignidad de la persona. En la lógica de una sana colaboración entre comunidad eclesial y sociedad, la Iglesia está convencida de poder ofrecer la aportación de comunidades de creyentes que tratan de llevar a cabo el compromiso de humanizar la sociedad a partir del Evangelio. La Iglesia católica no propone un modelo concreto de sociedad, sino que indica un camino para su vertebración. Y lo hace en función de su misión evangelizadora, en función del mensaje evangélico que tiene como objetivo el hombre en su dimensión escatológica, pero también en el contexto concreto de su situación histórica contemporánea. No tiene, pues, ningún proyecto de naturaleza política o económica, pero sí que aporta y ofrece a la sociedad y a la vida de las naciones y de las relaciones sociales unos contenidos, unos objetivos y una forma de vida capaz de elevar la conciencia moral de la gente por lo que se refiere a las exigencias de la justicia, del amor social y de la colaboración solidaria y fraterna exaltando y promoviendo el desarrollo integral de las personas. El compromiso a favor de la justicia y en favor de la defensa de la persona humana y su dignidad ha de ser considerado como parte integrante de la misión de la Iglesia.
Así, la Iglesia ofrece una aportación valiosísima para la integración y edificación de la humanidad: las que se derivan del reconocimiento pleno de la dignidad de la persona, de todo ser humano, como piedra angular de la sociedad y de los Estados. Consciente de la riqueza de la que es portadora Jesucristo –apuesta plena, irrevocable y decisiva de Dios por el hombre– , la Iglesia invita a los hombres de hoy a que no se resignen a modos de pensar y vivir que no tienen futuro. «La Iglesia ha recibido una herencia que no pertenece sólo al pasado, sino que es un proyecto para el porvenir que se ha de transmitir a las generaciones futuras La Iglesia invita a no temer porque el Evangelio no está contra el hombre, sino en su favor. En el Evangelio los hombres pueden encontrar la esperanza firme y duradera a la que aspiran. Una esperanza fundada en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. En las vicisitudes de nuestra historia es luz que ilumina y orienta el camino, es fuerza que sustenta en las pruebas. Es profecía de un mundo nuevo; es indicación de un nuevo comienzo; es invitación a todos, creyentes o no, a trazar caminos siempre nuevos que desemboquen en una humanidad nueva, casa común donde se viva con alegría». (Juan Pablo II) .
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