F. C. Barcelona
El Barça amarra la Liga y despierta al Madrid de su sueño con una goleada
Xavi, magistral, dirigió al equipo de Guardiola, de nuevo excelso, y le acerca indefectiblemente a la Liga. Higuaín adelantó al Madrid, pese a ello, inferior
Madrid- Xavi, imperial, dirigió la orquesta azulgrana, sorprendida con el gol de Higuaín a los 14 minutos. A partir de ahí, el Barça difuminó al Madrid, doblegó su espíritu y terminó por dejarle a siete puntos en la clasificación para adjudicarse, en el Bernabéu, prácticamente la Liga. La racha de Juande duró lo que tardó en enfrentarse, de nuevo, a un equipo muy superior. El 2-6 final, incluso corto, lo dice todo. La estética, al fin, derrotó a la épica.En la víspera del partido, el clásico más trascendental, a priori, de los últimos 40 años, reputados técnicos en paro ofrecían su opinión sobre la manera en que el Madrid debería encarar el choque. Schuster era partidario de que sus antiguos pupilos se apoderaran del balón... En general, una forma de aspirar a derrotar al Barça era con las líneas adelantadas y presionando arriba... Empezó el encuentro y los jugadores tomaron posesión de las ideas: los madridistas, al galope; los barcelonistas, al acecho. Cada quien en su papel. Los «merengues», con Robben, más velocidad, más profundidad; los azulgrana, con toda la artillería pesada. Sugería Juande a Guardiola que rotara, que reservara hombres para visitar al Chelsea. ¡Qué jodío! Hubiese preferido ver a Hleb por Iniesta, a Martín Cáceres que a Piqué o a Pedrito por Etoo... Guardiola alineó el mejor equipo posible para rematar la Liga en casa de su único y más temido retador. Pero a los 14 minutos perdía. No encontró al Madrid timorato y ultradefensivo del Camp Nou; este otro Madrid se estiraba, plantaba cara, trataba de jugar de igual a igual porque, además, había descubierto el punto débil del Barça: Abidal. Un «pescao».Robben, titular después de su novena recuperación, mostró el camino del éxito, el punto débil azulgrana. La banda del francés era una vía de agua que Henry no acudía a taponar e Iniesta, hacia el centro, ignoraba. Así llegó el regate de Sergio Ramos, su centro medido y el remate de cabeza de Higuaín, a quien nadie vigilaba. Asumido el error, y el gol, el Barça recuperó su fútbol. Ahora empezaba a presionar él, a cuidar el balón, a no rifarlo, a mantenerlo en algunas jugadas hasta dos minutos sin que el rival lo tocara. Así, aquella tentativa de Xavi en el segundo 25 se tornó en idea fija: golear. Sólo cuatro minutos después de que el Bernabéu creyera en los milagros, Henry aprovechó un envío de Messi y la descolocación de Ramos para cruzar la pelota lejos de Casillas. Sólo dos minutos después, Puyol, en jugada de estrategia, remataba sin oposición la falta sacada por Xavi. El Madrid había descubierto aquella vía de agua; el Barça, el Mar Muerto.Casillas empezó a convertirse en el héroe del partido y Messi «chupaba» más que Robben en sus peores tiempos. Antes de que el astro argentino lograra su gol, Casillas había desbaratado cinco ocasiones del Barça. Era el único pilar madridista, porque Lass dejó de serlo cuando perdió el esférico con Messi, éste escapó y batió a Iker en la salida. El Barça había recuperado el control del partido, del marcador, la presión, el balón, la precisión, el dominio, a Iniesta, casi veinte minutos desaparecido, y el olfato de gol. El Madrid intentaba luchar contra las matemáticas y se defendía. La estética derrotaba a la épica, por momentos inadvertida.El Madrid es un equipo que no se rinde, jamás. Con una efectividad contrastada, un método que le mantuvo 18 partidos sin perder y un juego las más de las veces atormentado, se enfrentaba a la razón, a la belleza, a otros números globalmente tan buenos como los suyos, pero mejor adornados. Así volvió al partido, empeñado en recuperar terreno, en incrementar la emoción de la Liga, en vaciarse a cualquier precio. Su voluntad, su garra, su espíritu y su fe son virtudes que han desafiado a la lógica. De ahí el 2-3 de Ramos, producto de la estrategia a balón parado. La fe, la raza... Y la respuesta de Henry por un error de Sergio «cal y arena».Con el 2-4, recurrió Juande a Huntelaar y Guardiola, a Keita. Uno pensaba en remontar; el otro en mantener y en el Chelsea, sin renunciar a engordar el marcador. Justo después del penalti de Lass a Iniesta, que Undiano no quiso ver, llegó el quinto, de Messi, y el sexto, de Piqué. En el Barça, en este Barça, marcan hasta los defensas. Su juego hubiese merecido un pasillo en el Bernabéu. El marcador no engaña; tampoco el fútbol, afortunadamente.
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