Feria de Bilbao
Castella oreja ferminera
Pamplona- Los toros de El Ventorrillo, casi todos con un montón de carne descastada encima, no ofrecieron ninguna emoción en la tarde de ayer. Si El Cid resultó cogido y herido por el primero, fue porque se dejó ver y el toro no atendió al engaño pero sí al muslo de torero. La corrida quedó en un mano a mano entre Castella y Manzanares que liquidaron con más pena que gloria, a pesar de la oreja que cortó el francés en su segundo. La faena premiada tuvo mucha voluntad y poca clase. Ya antes había realizado otra labor parecida con el soso toro que hirió a su compañero, quizá por el poco ímpetu del animal. El torero debe rellenar los huecos que dejan las reses y suplir su sosería con más vivacidad. Así, la faena del quinto tuvo mucho más mérito que las anteriores porque el torero transmitió emoción a los tendidos, toda la tarde muy propicios con él. Los comienzos en el centro del ruedo con tres pases por su espalda calentaron al personal que ya no le quitó la atención. Faena valiente sin demasiadas concesiones al arrimón, muy de su gusto, lo que le dio más categoría a su labor. Fue una lástima que no matara bien a este toro al que le hubiera cortado un merecido apéndice. Muleta adelantada Manzanares con el segundo estuvo correcto pero sin apreturas, a pesar de adelantarle la muleta en todas las ocasiones. Al no cruzarse y torear en línea restó emoción aunque su estética palió, en parte, ese defecto. Con el marmolillo cuarto se empeñó en sacar faena. Cierto que los primeros derechazos, templados y muy compuestos, hicieron concebir esperanzas. Pero tras algunos naturales, a toro casi parado, el animal terminó por echarse. Triste espectáculo. Al noblón y flojo sexto le realizó una faena larga, muy compuesta y con detalles estéticos aunque sin la emoción debida a causa del toro.
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