Historia

Crítica de libros

Cráneos privilegiados

La Razón
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No, no les voy a hablar aquí del gran Valle-Inclán, autor de la frase de este título. Voy a hablar del tema más apasionante e insondable de la salud humana: la mente. Enfermos mentales ha habido siempre. Lo que ocurre es que tiempos atrás la sociedad, sobre todo en los pueblos, los integraba. Cada pueblo tenía sus loquitos, sus borrachitos, sus seres extraños o tristes a los que incluso se les protegía con cariño. Hoy se recela de los muy diferentes. Les apartamos sin comprender que tienen que existir. Porque, ¿qué sería de un mundo en el que todos fuésemos muy parecidos en pensamiento y actitudes? Un mundo gris, uniformado, aburrido. Dicen los expertos que la mayoría de los grandes artistas de la historia han sido enfermos mentales, pacientes bipolares, esquizofrénicos o grandes neuróticos. Esto significa que una persona con cualquiera de estos trastornos bien encarrilada puede ser enormemente fructífera para la sociedad. Un creador de emociones, reflexiones y belleza. La mayoría de los cráneos privilegiados de la historia contaron con alguien que les apoyó incondicionalmente. Casi siempre fue la esposa. Mujeres abnegadas que reconocían la genialidad de su complicadísimo hombre, pero que confiaban y aguantaban sus delirios con la firmeza de la mujer enamorada. Las mujeres artistas lo han tenido más difícil. Culturalmente los hombres no han sido educados para sostener el arte ajeno, menos aún de su fémina. La locura es tremenda cuando no se proyecta hacia algo positivo. En ese caso se hace destructiva, autodestructiva casi siempre. Pero si la persona con perturbaciones mentales encuentra su lugar en el mundo, su comprensión de los otros, sus afectos, la diferencia puede ser sólo un signo de excelencia. La sensibilidad genera monstruos, claro. Pero también puede generar toda la belleza que es capaz de plasmar un ser humano.