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Crisis: Londtres 1933/2009

La Razón
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La sesión plenaria del G-20 en Londres el pasado día 2 de abril tuvo un desarrollo mucho más positivo que la macroconferencia económica que en esa misma metrópoli comenzó el 12 de junio de 1933, y que en vez de sólo unas pocas horas, duró nada menos que 45 días. Así, mientras en 2009 asistieron una veintena de países representativos del 80 por 100 del PIB mundial, en 1933 fueron 66 las naciones participantes; todas las grandes europeas «representando» a medio mundo colonial y las jóvenes repúblicas de las Américas. En aquella ocasión, concurrieron innumerables escepticismos, fracasándose en el intento de superar lo que ya se configuraba como una Gran Depresión; iniciada con el crac de octubre de 1929 de la Bolsa de Nueva York y que en un proceso de creciente deterioro acabaría trágicamente en la Segunda Guerra Mundial. En 1933, las cosas estaban más que difíciles que ahora, en razón a componentes políticas, económicas, y toda suerte de tensiones e insolidaridades. Empezando porque EE.UU. no llegó a sentir gran interés por la Conferencia, desde el punto y hora en que el Presidente Franklin D. Roosevelt no se dignó a asistir a ella. Inmerso como estaba en el proteccionismo iniciado en 1930 –por su predecesor el Presidente Hoover– con la fuerte elevación de aranceles que significó la tarifa Smoot Hawley.Por su parte, Inglaterra y sus posesiones, entraron en la misma línea ultraproteccionista a partir de 1932, al establecerse las «Preferencias Imperiales de Ottawa», a fin de activar el comercio entre los que hoy son socios de la Commonwealth. Y, de su lado, Francia introdujo contingentes para obstruir importaciones, en el intento de preservar su industria y su agricultura. Actuación que rápidamente imitaron todos los países del mundo, entre ellos España, creándose de esa manera las condiciones para erigir el más fuerte bilateralismo, con el consiguiente colapso del comercio mundial. Mientras tanto, Alemania e Italia avanzaron en la consolidación del nacionalsocialismo y el fascismo, respectivamente; en una vía autárquica premonitoria de la guerra. Y de la URSS ¿qué decir?: que sus dirigentes se frotaban las manos, pensando que el capitalismo podía tocar a su fin. En cambio, en la Conferencia de Londres 2009, las premisas y los resultados han sido realmente alentadores, con pautas para evitar los grandes errores de la década de 1930 en términos de proteccionismo. Aunque ciertamente, también éste existe en la actualidad para sectores como el financiero, y en la búsqueda de la salvación de la industria del automóvil. Como igualmente es criticable que en la cumbre londinense no se entrara en importantes temas monetarios internacionales (la desconfianza china en el dólar y su solicitud de una nueva moneda de reserva), ni se prestó suficiente atención a los países menos desarrollados.En definitiva, Londres-2009 ha funcionado mejor, en buena medida porque la malla institucional de la ONU, comparativamente con la frágil Sociedad de las Naciones, es mucho más densa y fuerte, para en el futuro inmediato fortalecerse con un FMI de más amplios recursos, un Banco Mundial más alerta a los países menos desarrollados, y una OMC comprometida a terminar la Ronda Doha de negociaciones comerciales iniciadas en 2001. Y junto a todo ello, un gran organismo emergente: el Consejo de Estabilidad Financiera, que se supone será el gran observatorio económico, y nuevo regulador y supervisor del sistema financiero mundial. A esa enumeración de avances de Londres 2009, en la senda de la globalización, ha de agregarse el apoyo decidido a la Conferencia de Copenhague de diciembre del año en curso, en la que previsiblemente se sentarán las bases para pasar del Protocolo de Kioto –nacido en 1997 y que entró en vigor en 2005– al Protocolo de Copenhague; para así, desde 2012 combatir más decididamente el calentamiento global; ya con EE.UU. dentro del sistema, y con una India y una China que habrán de asumir sus voluminosas emisiones de gases de invernadero. Y si el calentamiento global no se frena con todo ello, por las fuerzas inerciales ya existentes, sí que va a disfrutarse de una mejor salud pública en países como China e India, al tiempo que se conseguirá mayor eficiencia energética y una mejor gestión de los recursos naturales.En definitiva, el tono de la Conferencia de Londres de 2009 ha sido muy distinto del de 1933. Por entonces, casi se percibían ya los lúgubres tambores de guerra, en tanto que ahora la aspiración general es el retorno a la prosperidad. Difícil tarea, pero en la que se cuenta con un marco más favorable por las reformas prometidas, y sobre todo, por una mayor conciencia global sobre la crisis. Sin embargo, el fondo de la cuestión aún está lleno de incógnitas, no habiendo todavía respuesta a la pregunta de qué recuperación se busca: ¿una prosperidad como la anterior, para iniciar otra vez, en pocos años, las secuencias de especulación/inflación/ y crisis en medio de un derroche generalizado de recursos? Ahí está la clave: vamos a tener una mayor regulación, y unas mejores supervisiones. Pero aún nos hallamos lejos de vislumbrar un nuevo modelo de desarrollo sostenido, sostenible, y solidario, más justo y más duradero.*Catedrático de Estructura Económica