Conciliación

Cuentos europeos

La Razón
La RazónLa Razón

Uno de los escasos asuntos europeos que han llegado a la opinión pública en estos últimos años ha sido la directiva por la que se daba el visto bueno a la posibilidad de trabajar hasta 65 horas semanales si empresarios y empleados llegaban a un acuerdo al respecto. De pronto parecía que volvíamos al capitalismo más salvaje. Los liberados sindicales y en general la izquierda se rasgaron las vestiduras con gran alarde de indignación ante la Europa inhumana de los mercaderes, mientras que los promotores de la medida no supieron argumentar su propuesta, que no obligaba a nadie a trabajar 65 horas a la semana sino que abría la posibilidad de hacerlo si ambas partes lo consideraban conveniente. Dicho esto, que indica el bajísimo nivel del debate político y social en la Unión Europea, tan sofisticada en apariencia, resulta que la dichosa directiva nada tiene que ver con la realidad laboral de los europeos. Cuando el Ayuntamiento de Madrid anunció que iba a aplicar entre su personal las 35 horas semanales de trabajo, se descubrió que muchos funcionarios trabajaban aún menos y no querían una medida que consideraban perjudicial. Las horas extraordinarias se han reducido por efecto de la crisis, pero todo el mundo, incluidas las instituciones públicas, sigue recurriendo a ellas para no verse obligado a contratar a más personal. Cada vez hay más pluriempleados con una sola ocupación declarada. ¿Y cómo se aplica una directiva como la de los horarios para el dueño de una pequeña empresa o un autónomo, que se pasan unas doce horas al día trabajando? Resulta curioso, por ejemplo, que los autónomos de origen o nacionalidad china sean cada vez más numerosos, en vez de ir a aumentar las listas del paro como viene ocurriendo con los demás. ¿Será porque esos autónomos cumplen escrupulosamente las directivas oficiales y trabajan menos de 35 horas a la semana? Mientras las instituciones europeas no empiecen a aterrizar en la realidad, serán vistos con indiferencia -o con algo peor- por unos ciudadanos conscientes de que se les está contando un cuento.