Castilla y León
«Cuidado el bicho anda suelto»
Los servicios de extinción no hablan por la emisora para no ser detectados. Saben que conoce sus movimientos.
madrid- «El bicho» es un nombre inventado; quizá parte del imaginario de un pueblo; puede, incluso, que sean varios sujetos a la vez. El Valle del Tiétar, en Ávila, ha visto esta semana cómo más de 5.000 hectáreas se hacían humo y ceniza. El destino de un plan preconcebido, de una sentencia que llevaba varios años a la espera de ser ejecutada, de un pirómano que lleva años intentando quemar el monte. Las leyendas rurales se cruzan con la realidad. En Arenas de San Pedro dicen que los forestales vigilan desde hace tiempo a un sujeto al que llaman «el bicho». «Se avisan por la emisora si le ven aparecer. Vive en Santa Cruz del Valle, es joven y cambia de coche para no ser identificado», explica un joven del pueblo, antiguo guarda forestal, que ha ayudado esta semana, como voluntario, a extinguir el fuego. «Hasta aseguran que escribió en internet que iba a quemar este monte», cuenta. ¿Es cierta esta historia? Podría ser, en parte, pero parece que el imaginario ha influido en forma de rumores. Todo el mundo da por hecho que hay un pirómano, o varios, actuando en la zona. Eso no es leyenda, es realidad.Los tres treintasHace un año, el 10 de agosto de 2008, LA RAZÓN publicaba un reportaje, «La noche de los tres treinta», en el que recogía el miedo de algunos agentes forestales de Arenas de San Pedro a que actuara un pirómano que, sabían, quería prender fuego al monte. En 2008 hizo algunos intentos, pero las condiciones climáticas y la rápida intervención de los Bomberos impidieron su triunfo, sus llamas. Ahora, cuando se daban todos los condicionantes para conseguir su caldeado sueño, ha logrado su objetivo. El problema es que aunque se le busca, no se le ha dado «caza». El problema, por tanto, es que el bosque corre riesgo de volver a arder, a su antojo, su criminal deseo.La Junta de Castilla y León comunicó que el incendio de Arenas de San Pedro había sido provocado. Se hizo realidad la pesadilla. «El día anterior a que se iniciaran las llamas ya temíamos que iba a prender el monte y hubo varias alarmas. La cercanía del fuego de Las Hurdes, Extremadura, al que se habían desplazado equipos de extinción, y las condiciones climáticas nos hicieron pensar que lo iba a intentar», explica a este periódico un integrante de los Bomberos que prefiere ocultar su identidad. De quien habla, del pirómano, es alguien del que hay sospechas, pero al que no se ha identificado. «Sin duda conoce bien la zona; prendió la llama en una zona perfecta para impedir que fuera apagada», explica. De hecho, si hace un año hablábamos en el periódico de «la noche de los tres treinta», ahora parece que el concepto se ha quedado anticuado. «Ahora ya son cuatro treintas el momento perfecto para quemar un bosque»: más de 30 grados de temperatura, menos de 30 por ciento de humedad, más de 30 kilómetros por hora de viento y, como última novedad aplicada al manual del buen pirómano, más de 30 grados de pendiente». Es decir, un sitio escarpado y complicado para que lleguen los retenes a atacar el conato de incendio. Todas esas circunstancias se daban en el incendio del Valle del Tiétar.Provocar varios frentesUn pirómano, además de esperar a que se den las condiciones para que las llamas se extiendan con velocidad, necesita descontrolar a los medios de extinción. «Prenden en varios puntos para asegurarse de que los retenes y bomberos se dividen. De hecho, lo normal es generar un primer fuego menos importante y luego, en otro lugar, prender el de mayor magnitud», dicen los forestales. La Guardia Civil está investigando lo que pasó en Arenas, pero según algunas versiones se cumplió a rajatabala también este guión.Mientras la investigación avanza, los servicios de extinción seguirán hablando por sus móviles, temiendo que tenga pinchada la emisora, esperando a que un desliz les lleve a encontrar al paciente quemador de bosques.
Perfil delictivoJoven, tímido y alcohólicoEl perfil de los pirómanos, según datos aportados por el informe anual de la Fiscalía de Medio Ambiente, responde a un varón de entre 30 y 44 años, soltero, y que cuenta con antecedentes por delitos no relacionados con los incendios en más de un tercio de los casos. Sobre su situación profesional, el informe judicial señala que se trata de empleados de poca cualificación, y con unos ingresos inferiores a los 600 euros al mes en más de la mitad de los casos. Además, su nivel de estudios es bajo, tiende a ser una persona introvertida, con pocas amistades y con problemas por el abuso constante del alcohol.
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