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Los auténticos dirigentes, los que dirigen, los que mandan, los que trabajan más que los que trabajan en su entorno cumpliendo el deber ético de la ejemplaridad, tienen que demostrar que lo son en los buenos momentos y en los asuntos agrios. En la política, en la empresa y en el deporte. El más grande de los banqueros de España, y uno de los más prestigiosos del mundo, no puede estar pasando por momentos anímicos favorables. El escándalo «Madoff» ha rozado su entidad, y algunos de los responsables de ese roce son muy cercanos y queridos familiares. Pero conociéndolo, dará la cara y establecerá, como si no fueran queridos y cercanos familiares, las sanciones oportunas a los responsables, que han sido, por otra parte, los primeros estafados. Los fallos se pagan muy caros en el mundo alto de las empresas. No sucede lo mismo en otros ámbitos. No se esperan reacciones y sanciones ejemplares del presidente del Real Madrid ante la chapuza más monumental y ridícula protagonizada al alimón por la Dirección Deportiva de su club y su Asesoría Jurídica. Conociéndolo, no dará la cara, y dejará que pase el tiempo para que el olvido se adueñe de la mansa masa forofa. El director deportivo del Real Madrid es su íntimo amigo Mijatovic, y el máximo responsable de los servicios jurídicos del club de Concha Espina es su hermano Javier Calderón, que no es por nada, pero por limpieza ética y estética, podría haberse buscado a otro abogado con otro apellido. Entre el íntimo amigo y el hermano han contratado para tapar la desastrosa planificación de la temporada a dos futbolistas de renombre. Carísimos, por cierto. Con lo que han costado, el Real Madrid pudo traerse este verano al mejor delantero de Europa, un español que se llama Villa y al que Raúl no quiso en el Real Madrid por celos y envidia. Ahora resulta que el Real Madrid sólo podrá inscribir a uno de los dos para disputar la Liga de Campeones, y de esa circunstancia no se apercibieron ni el íntimo amigo y máximo responsable de la vulgar plantilla del Real Madrid ni su hermano de total confianza. Un dirigente, que dirige a centenares de personas que trabajan en su club, tiene que dar ejemplo en los momentos ásperos. Mijatovic y Javier Calderón tenían que haber sido despedidos al día siguiente de conocerse los resultados de su monumental chasco, que podría ser calificado de gamberrada sin buscar alardes en la adjetivización del planchazo. Ahora se escuda en un victimismo lacerante para el prestigio del Real Madrid, y pide a la UEFA que haga una excepción y se salte sus propias normas. La UEFA ha dicho que no, y también alguno de los clubes -El Liverpool-, con los que el Real Madrid tendrá que verse las caras en los próximos meses. El Real Madrid no puede, por cuestión de honor acudir a los tribunales ordinarios o deportivos en pos de una resolución injusta. A eso se le llama marear la perdiz, ir por atún y ver al duque, o simplemente, intentar distraer a la opinión pública para que no analice la inconmensurable chorrada, la incompetencia de los altos directivos y el alcance de su ineptitud. Un dirigente tiene que actuar en contra de sus sentimientos y afectos próximos cuando la ocasión lo requiere. El Real Madrid no puede ir por Europa haciendo el ridículo. Mijatovic y el letrado Calderón a la calle. Y posteriormente, a convocar elecciones. Pero no espero ese gesto.