Marruecos
El difícil arte de ejercer el absolutismo con discreción
No ha habido una transición rápida, «a la española». Los cambios no atañen a la esencia del régimen
MADRID- Puede que la figura del monarca alauí monopolice la televisión y las páginas nobles de los periódicos, que su retrato se haya hecho un hueco, poco a poco, en todos los comercios y centros oficiales del reino, desplazando con sutileza a los del «gran rey», su padre; pero no se puede negar que Mohamed VI, el «príncipe de los creyentes», ha sabido graduarse en el arte de la discreción, algo nada sencillo para un gobernante que posee, y ejerce, poderes absolutos.En estos diez años, Marruecos, no sería justo negarlo, ha avanzado económicamente y ha puesto las bases del futuro. Claro que el reparto de la riqueza no ha sido equitativo; al fin y al cabo hablamos de una monarquía que figura entre las siete más ricas del mundo y que reina sobre uno de los cincuenta países más pobres de la tierra. Pero los ciudadanos, en su mayoría, no culpan a su rey. Las obras públicas alivian a los más pobres, mientras la sufrida clase media recurre al viejo recurso del pluriempleo.Y, además, el rey está muy lejos. Visible sólo en las grandes ocasiones, donde el suntuoso protocolo opaca cualquier consideración mundana, Mohamed VI deja que las cosas fluyan, a ser posible, sin que nadie perciba su influencia. Como si el engranaje no tuviera maquinista.Y así, es su hermano pequeño, Mulay Rachid, quien carga con la representación exterior del país; son sus «consejeros», el llamado «clan M-6», compañeros de pupitre, quienes batallan con el Gobierno. Batallas fáciles, porque en Marruecos, el Gobierno casi no cuenta, lo mismo que el Parlamento. En los últimos dos años, Mohamed VI sólo ha presidido ocho Consejos de Ministros, y porque se lo exige la Constitución que él mismo hizo aprobar. Incluso el Ejército se mantiene al margen, dedicado a lo suyo, mientras se jubilan, poco a poco, sin presiones, los viejos generales de su padre.Y aun así, la mano del rey se deja sentir cuando es preciso: en la erradicación del islamismo, diez mil detenidos, cinco mil condenados; en el control del poder local, por partido interpuesto, y en la modernización de una sociedad, derechos de la mujer incluidos que, pese a las sombras, es envidia del mundo islámico.
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