África

Dongguan

El «ERE» de los Reyes: el sector del juguete se hunde en China

En la ciudad de Dongguan se fabricaba uno de cada tres juguetes del mundo. Pero llegó la crisis y la mitad de sus factorías tuvieron que cerrar. El colapso económico ya amenaza el futuro del comunismo en el gigante asiático.

El «ERE» de los Reyes: el sector del juguete se hunde en China
El «ERE» de los Reyes: el sector del juguete se hunde en Chinalarazon

Gerentes aburridos y cruzados de brazos, obreros que regresan a sus aldeas después de haber perdido el trabajo, mercancías apiladas y cargueros vacíos. Es un panorama que se repite por los polígonos industriales y los puertos del país en el que se han venido abasteciendo los Reyes Magos en la última década. Hace exactamente un año, el 75 por ciento de los juguetes que se vendieron en el planeta procedían de China. Hoy el villancico podría estar cambiando: la crisis económica ha dado la puntilla a una industria que ha vivido su año más negro desde que empezó a abrirse al mundo en 1980. En definitiva, los Reyes siguen abasteciéndose en el Lejano Oriente, pero ahora viajan más ligeros de equipaje.
El principal problema de los juguetes «made in China» está localizado,para ser exactos, en las antípodas. Son las familias estadounidenses y europeas quienes, agobiadas por la crisis global, han decidido estrechar un cordón de austeridad bajo los árboles navideños. Aunque no existen datos globales, entes financieras asiáticas aseguran que la caída es de alrededor de un 25 por ciento respecto al año pasado, quizá aún más en la demanda de EEUU, su principal socio comercial. Se trata de cifras fatídicas teniendo en cuenta que un 90 por ciento de los juguetes que produce China acaban vendiéndose fuera de sus fronteras.
El empeoramiento de la crisis ha colocado la banderilla torera, pero los problemas vienen de lejos. Concretamente, del verano pasado, cuando varias partidas de juguetes defectuosos y potencialmente peligrosos levantaron un escándalo en la prensa estadounidense que después se extendió a toda Europa. Varios distribuidores se vieron obligados a retirar o destruir las existencias de productos tan conocidos como algunos de la marca Mattel, se anularon miles de encargos y se extendió el mensaje, exagerándolo en ocasiones, hasta dar la impresión de que importar juguetes de China equivalía a poner en peligro la salud de los niños.
Tras la humareda mediática llegó la reacción política: se endurecieron los requisitos de importación, se reforzaron los controles de calidad y se les exigió a los productores chinos mayores garantías. Hoy muchos fabricantes (especialmente los más pequeños) reconocen que no pueden afrontar las nuevas normativas y que se ven forzados a cerrar.
A decir verdad, a las jugueteras chinas no han parado de crecerles los enanos en 2008: algunas industrias aseguran que los costes de producción han subido sobre un 50 por ciento y que se están viendo fuertemente golpeadas por la devaluación del dólar y el fortalecimiento del yuan, situación que las hace menos competitivas.
El cerrojazo
Al mismo tiempo, muchas multinacionales han empezado a escaparse hacia otros países emergentes (como Vietnam). Los efectos son ya devastadores: en la «ciudad de los juguetes», Dongguan, que capitalizó en 2007 el 30 por ciento de la producción mundial, se han cerrado ya cerca de la mitad de las 3.800 fábricas registradas el 1 de enero del año pasado, la mayoría pequeños y medianos negocios que acababan de despegar y que estaban fuertemente endeudados con inversiones optimistas para tiempos de bonanza.
Tampoco acaba de despegar la demanda interna, ya que las familias chinas siguen decantándose por el ahorro y la formación de sus hijos. Como asegura Long Sunjung, un mayorista del Cantón (la región con la renta más alta del país), los padres prefieren regalar ropa y material escolar o informático. «La mayoría de nuestros niños se fabrican sus propios juguetes. Además, deben estudiar, no tienen tiempo que perder con juegos».
El enfriamiento de la economía y la pérdida de empleos en las fábricas de manufacturas están provocando una incertidumbre sin precedentes en el despegue capitalista de China, que precisamente ahora cumple su 30 aniversario. Según el diario económico «Cajing», unos diez millones de obreros llegados desde el campo habrían perdido sus empleos durante el mes de noviembre. De ellos, al menos la mitad habrían regresado a sus aldeas de origen. La mayoría trabajaba en fábricas de manufacturas baratas: textiles, zapatos y, por supuesto, juguetes.
Familias como la de Han Guoren, un viejo campesino de manos nudosas que trabaja la tierra desde hace 32 años en una pequeña localidad de la región de Guangxi, se encuentran ahora asfixiadas. Incumpliendo las leyes de natalidad (que en las zonas rurales permiten tener dos descendientes), Han crió una prole de cuatro hijos, animado por el apabullante desarrollo de su entorno. Envió a los dos mayores a trabajar en las cercanas fábricas de Guangzhou y quiso reservar un destino mejor a los últimos en llegar. Utilizando las remesas enviadas por el primogénito, endeudándose, vendiendo tierras y trabajando a destajo, consiguió mandarlos a la universidad. Su única hija, Coco, estudia inglés, y el pequeño, Yan, se matriculó el año pasado en ingeniería informática.
El terruño no da para más
En octubre el sueño de Han se tornó en pesadilla: su segundo hijo perdió el trabajo en una fábrica que producía adornos navideños. Y el terruño que el viejo ha cultivado durante décadas ya no da para más: sin haber invertido en maquinaria ni animales, se encuentra en un callejón sin salida. «Mi padre no tiene más dinero, sólo deudas, y yo estoy a punto de terminar los estudios pero no hay trabajo. No sabemos qué hacer», se lamenta Coco, quien engrosará la lista de millones de recién licenciados chinos que no encuentran trabajo.
El Gobierno teme que el enfriamiento económico, la situación de los millones de familias campesinas que se encuentran en la situación de Han, le cueste un estallido social. Desde hace décadas, el Partido Comunista ha aireado sin pudor una ecuación sobre la que se basa toda la arquitectura de su economía política: con un crecimiento inferior al ocho por ciento, el deslumbrante pero frágil ascenso de la nueva Tierra del medio podría colapsar. En 2008 el país rindió poco por encima del nueve por ciento. Para 2009 algunos analistas esperan que la cifra caiga por debajo del seis. Si esto ocurre, Pekín necesitaría un plan B.
Los planes gubernamentales para reactivar la industria juguetera son parecidos a los expuestos para insuflar oxígeno al resto de la maquinaria productiva: obras públicas y ayudas sociales financiadas con los ingentes ahorros en divisa extranjera acumulados en los últimos años. Y, sobre todo, nuevos horizontes de expansión. Muchas fábricas de juguetes se han agarrado a un programa oficial para reinventarse en la floreciente industria de la animación digital y los dibujos animados. Modernizarse, invertir en tecnología, es su nueva meta.
Mientras tanto, los productores no pierden el optimismo, relativizan las pérdidas y miran hacia nuevos mercados donde colocar sus juguetes, como el de Oriente Medio, África, India, o el Sudeste Asiático. «Si Europa y Estados Unidos no tiene dinero para juguetes, iremos a otros países. Además, yo creo que, pase lo que pase, los occidentales seguirán celebrando las Navidades», razona, quizá sin demasiada convicción, el director de marketing de una importante exportadora de Dongguan.

AGUANTA EL SECTOR ESPAÑOL
A pesar del importante frenazo, más de la mitad de los juguetes que importa España del extranjero proceden de China: alrededor de un 58 por ciento del total. Eso sí: la crisis del juguete asiático no ha pasado en balde y las cifras son sensiblemente inferiores a las del año anterior, casi un cinco por ciento menos que en 2007. Y es que, por una vez, las buenas noticias se encuentran a este lado de la frontera. En un mundo al borde de la recesión global, la industria juguetera española mantiene el tipo, al menos en exportaciones. Según la AEFJ, entre enero y septiembre de 2008 se vendieron al extranjero más juguetes que en el mismo periodo del año anterior. «Los esfuerzos se han visto compensados con un incremento de las exportaciones, que han logrado superar en 5,3 millones de euros (1,9 por ciento) a las cifras del mismo periodo del año 2007», asegura la asociación. Los juguetes españoles han ganado cuota de mercado en Portugal, Italia y Países Bajos, aunque han perdido hueco en EEUU y México.