Vivienda
El fin de dos décadas de marginación
Un área industrial y numerosas zonas verdes sustituirán a las 22 hectáreas de escombros que aún existen.
Madrid-El Salobral, situado en el distrito de Villaverde, nació en los 80 y se fue el poblado chabolista más grande del sur de Europa: 22 hectáreas en las que llegaron a convivir 1.200 personas. Su desmantelamiento ha sido fruto de un acuerdo entre la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Ayer, la presidenta regional, Esperanza Aguirre y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se trasladaron hasta la zona y reiteraron que la política de realojos «no consiste sólo en proporcionar viviendas sino en procurar su integración social, educativa, y laboral».
Desde que comenzaron los derribos en marzo de 2006, 256 familias han sido realojadas en viviendas repartidas por distritos de la capital y localidades de la región, como Getafe. Sandra Fernández lleva ya año y medio viviendo allí. Durante siete inviernos estuvo «durmiendo con muchas mantas» en una de las chabolas derribadas. «En el piso, con una ya tienes calor», bromea. Ahora paga 47 euros al mes y está «muy contenta» aunque le da lástima por los que todavía están aquí porque «esto es muy duro». Se refiere a las 13 viviendas que aún están a la espera de autorización judicial para ser demolidas.
Y de esas, con sus familias dentro, nadie sabe nada. Empezando por sus propios inquilinos, que, con el miedo en el cuerpo y poco o ningún conocimiento de las leyes, esperan que cualquier día, entre los escombros y los coches desguazados que conforman el paisaje, aparezcan las palas excavadoras y, otra vez, los antidisturbios. «Sólo queremos una vivienda digna y una educación para nuestros hijos».
Al parecer, ellos no cumplían uno de los requisitos que el IRIS establece para que se puedan acoger a los realojos, el de llevar en la región al menos dos años. Ellos lo niegan y afirman que están en el lugar desde hace más de cuatro, desde que emigraron de una Extremadura donde el trato con reses casi ha desaparecido hasta un Madrid de chabolas donde al menos funciona la chatarra y la fruta, pese a que la policía se lo ponga más difícil cada vez.
Y ahí, en el procedimiento, de nuevo los problemas. Los abogados de la familia Pardo afirman que todo el procedimiento se está llevando a cabo de manera «oscurantista» y que es necesario distinguir el asunto del realojo del de la posible demolición, ya que no tiene nada que ver.
Los expedientes, dicen, no han sido facilitados en su totalidad, y las trabas para el acceso a los documentos necesarios han sido innumerables tanto por parte del Iris como del Ayuntamiento de Madrid. «Aquí vivimos entre ratas», se quejan los últimos de El Salobral. Y el cadaver de un ejemplar de respetable tamaño, aplastado por la comitiva oficial en medio de la calle, no deja de darles la razón.
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