Literatura

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El gusto es suyo

La Razón
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Madrid ha sido tomado por las vacas como si quisiera recuperar una vez más sus cañadas reales secuestradas por los atascos de tráfico y adoptar un aire a capital ganadera, con esta presencia de reses en las esquinas que tienen algo de invasión de vacas locas, sobre todo por su capa de excentricidad artística que hace detenerse a los viandantes. Esta «Cow Parade» adornada por diversos pintores es una idea que viene trashumando por Europa con destino final en una subasta de feria con fines benéficos. Tal vez para aliviar la hambruna que vuelve a asomar los cuernos en estos tiempos de crisis, y que a más de uno le hace contemplarlas como si imaginase costillares, lomos y morcillos cada vez más inaccesibles, haciéndosele la boca agua o afiladas estalactitas clavándose en la comisura de los labios. Los genios de la perola Con la recesión, ¿vuelve el hambre, o se conserva el apetito? Este es un tema que se podría debatir en el nuevo congreso de Madrid Fusión, donde los grandes chefs regresan para demostrarnos que las necesidades del estómago se pueden minimalizar a costa de reducir los platos a la máxima levedad de su expresión. En búsqueda de la perfecta piedra filosofal, que es transformar la imaginación en producto alimenticio. No importa que con la crisis cada día se cierren más restaurantes con vanas pretensiones y retorne el reclamo del puchero bien cargado. De nuevo los genios de la perola mágica, Adrià, Blumenthal, Arzak, Subijana, Ros y compañía, vienen a demostrarnos en este espacio reservado para acreditados selectos cómo se puede hacer de la cocina un laboratorio de prodigios donde el ser humano en búsqueda de sustancia encuentra algo parecido al sentido de la existencia en la combinación molecular de las esencias. Adornadas con una dosis de poesía en la carta para explicar el bocado, que se tarda más en leer que en devorar. El problema ¡ay! es que a veces hay un abismo entre la aspiración exquisita de los placeres del paladar y la angustia de quien no sabe qué llevarse a la boca frente al paisaje de la despensa vacía. Lo ideal sería que estos guisanderos inspirados llegaran a hallar la solución definitiva, que es la fórmula para vivir del aire. Mientras, nos las tendremos que seguir arreglando a diario para ver cómo podemos mover el bigote.