El juego corona al Barcelona

Joaquín Caparrós anunció guerra. Pep Guardiola, paz. Los técnicos no escondieron sus principios tácticos y técnicos, y el Barcelona quiso imponerse a través del balón, mientras que el Athletic apeló a esas características de juego directo, fútbol racial y mucha presión, que en la Liga no le han servido de mucho, pero que en una final, a partido único, pueden bastar aunque enfrente esté el mejor equipo del mundo.

Dos argumentos diametralmente opuestos en un clásico copero, entre los dos sumaban 47 títulos, con el triste recuerdo de la batalla de hace 25 años en el Bernabéu, en un marco de excepción, que motivó a los protagonistas desde que Medina Cantalejo mandó jugar. Unos a jugar y los otros...

A marcar un gol en la primera acción de estrategia que se produjo en el partido. Un córner perfectamente lanzado por Yeste y Toquero, idolatrado en Bilbao desde que llegó del Éibar en el mercado invernal, se anticipó a Xavi y Keita para cabecear. El Barcelona mostraba uno de sus puntos débiles y el juego directo impuesto por Caparrós le iba bien al Athletic.

A base de tocar y tocar el conjunto azulgrana trató de desperezarse, de imponer su filosofía y de llegar a la portería de Iraizoz. Se equilibraba el juego, Xavi tomaba el mando y a la media hora sorprendió Touré con una jugada individual que acabó en gol. Perfecto el marfileño al que le abrieron un pasillo, tras dejar atrás a dos rivales.

El Barcelona ya tomaba el mando, movía la pelota con criterio y creaba ocasiones. Messi, muy marcado, se apoyaba en Xavi y Alves; Bojan estaba un poco perdido y Etoo aparecía en todas las jugadas de ataque. Busquets y Keita ayudaban en defensa y también se incorporaban a la segunda jugada cuando los azulgrana pisaban el área bilbaína.

Recuperado a través del juego y el decisivo gol de Touré el Barcelona se había reencontrado con su libreto, con ese juego que enamora y que desnuda al rival, porque es imposible quitarles el balón cuando éste circula con rapidez y precisión. El Athletic no levantó la cabeza, se paró y el efecto Caparrós se diluyó.

No hubo respuesta en la segunda parte. El Barça tenía el control, la manija y el convencimiento de que a través de su idea llegarían los goles. Y en nueve minutos marcó tres goles y finiquitó el partido. Messi, después de un córner, Bojan tras un perfecto contragolpe y Xavi, de falta directa, acabaron con la resistencia del Athletic. Iraizoz no pudo hacer nada, la defensa tampoco y el centro del campo era impotente ante Xavi, Busquets, que comenzó flojo y se fue entonando, y Keita. Quedaba media hora y el Barcelona había demostrado su poderío, su buen gusto, su fútbol de un nivel superior ante un Athletic que sufría, que no tenía la pelota y que era víctima de su inferioridad. Los cambios de Caparrós no habían servido para darle más consistencia al equipo y era el once de Guardiola el que disfrutaba con la pelota, el que se iba al ataque, el que jugaba un rondo en donde todos participaban para que el balón acabara en Etoo, que obligó a Iraizoz a hacer dos paradas.

Guardiola no miraba al banquillo, el Barcelona acariciaba el primer título de la temporada, en una final en donde el Athletic dio primero, pero tuvo que doblar la rodilla ante un rival que poco a poco fue a más, que cogió la batuta y que demostró que es el mejor de España. Dos estilos diferentes, dos propuestas distintas y triunfo del fútbol con mayúsculas. La excelencia del Barcelona encontró el premio que se merece. Una corona para el que mejor juega.