Bruselas
El Laborismo se queda al borde del abismo
Aunque los asuntos de Europa causan desinterés, esta vez los británicos ejercieron el voto de castigo.
Gordon Brown decidió ayer comenzar la jornada al cobijo de un pequeño baño de masas. Después de una semana marcada por la estampida de un gran número de ministros y los peores resultados de la historia del Laborismo en unas elecciones locales del viernes, el «premier» necesitaba reunirse con simpatizantes que estuvieran dispuestos a reírle las gracias. En medio de la tempestad, el primer ministro se atrevió a hacer chistes al más puro estilo «blairista» en un intento desesperado por aparentar tranquilidad. Pero todo el mundo sabe en Reino Unido que Brown solo sonríe cuando huele el peligro y ayer era muy consciente de que el mal presagio andaba cerca. La catástrofe del Laborismo en las elecciones europeas podría significar su «muerte política». Al cierre de esta edición aún no se conocían los resultados definitivos, pero los indicios confirmaban la agonía. Los primeros recuentos presentaban al partido del «premier» como tercera fuerza política, aunque a lo largo de toda la noche hubo momentos en los que estuvo incluso por detrás de los Liberal Demócratas, en la cuarta posición. En los últimos datos de ayer, con un 15,9% el Laborismo quedaba por detrás de los Conservadores (26,8%) y el independentista Ukip (18,1%).
Aunque el partido euroescéptico que pretende desvincularse de Bruselas ha sido sin duda el que mejor ha sabido aprovechar el mal ajeno, el enfado del electorado podría haber beneficiado sobremanera al British National Party (BNP), que, a última hora de la noche –cuando no se sabían los resultados definitivos– ya celebraba su primer escaño en la Eurocámara.
Antes del recuento, el recién estrenado ministro para Gales, Peter Hain, había vaticinado que al Laborismo les esperaban unos resultados «terribles» y nadie le quitó luego la razón. A pesar de que el viernes pasado la reforma del Gobierno había paralizado el complot que existe en el partido para sacar a Brown de Downing Sreet, los rebeldes pactaron ayer que si la formación quedaba finalmente en cuarta posición –algo inédito, pero muy posible– los planes seguirían adelante. Hoy mismo podría llegar una carta al número 10 con las firmas suficientes para abrir el proceso de cambio de líder.
Lord Falconer, responsable de Justicia con el Ejecutivo de Tony Blair, fue ayer el último que pidió la dimisión del «premier». «Necesitamos unidad por encima de todo y no la vamos a lograr mientras Brown siga al frente», matizó. «Si él solo llega a esa conclusión habrá elección de un nuevo líder, si no más de uno recabará las 70 firmas que hacen falta». Aunque, a priori, las palabras de Falconer hacen pensar que dan empuje al complot, los rebeldes no las tomaron con entusiasmo, ya que intentan contrarrestar las sugerencias de que se trata de un golpe perpetrado sólo por los aliados del antiguo primer ministro. Recalcan por ello que Meg Munn, Nick Raynsford o Graham Allen, «brownistas», también se encuentran entre sus filas. Pese a la catástrofe prevista, Brown reiteró ayer que no va a abandonar. Ayer estuvo acompañado por Harriet Harman, número dos del partido, y Peter Mandelson. Este último se ha convertido en auténtico defensor del «premier».
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