España

El mal alumno

La Razón
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Seguramente, todos los que lean estas líneas han conocido a más de uno. Eran esos chavales vagos, irresponsables y retorcidos que no daban chapa en el colegio y que cuando los suspendían siempre culpaban a alguno de los maestros. Al llegar a la adolescencia, la responsabilidad de sus males pasaba a los padres y continuaba recayendo en los profesores. Finalmente, en el estado, siquiera físicamente, adulto, de lo que les sucedía tenía la culpa la sociedad, el capitalismo, el Estado, España o el presidente Bush. Todos nosotros los hemos conocido porque se han cruzado en nuestra existencia más de una vez y porque siempre demuestran ser malos alumnos, de la escuela o de la vida que tanto da. Me ha venido a la cabeza este biotipo al enterarme de que la secretaria general de Políticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Soledad Murillo ha atribuido el elevado número de víctimas mortales de la violencia doméstica a la irresponsabilidad de las víctimas y a los vecinos. Naturalmente, la señora Murillo ha recalcado al mismo tiempo que la actual ley impulsada por ZP en su día «funciona». En otras palabras, que salvo ella, el presidente del gobierno y toda la progresía, son culpables hasta aquéllas a las que el amante levanta la tapa de los sesos de un hachazo. La realidad es muy diferente. Cuando se aprobó la ley contra la violencia de género el 22 de diciembre de 2004 se perpetró uno de los mayores disparates jurídicos de la Ezpaña de ZP. El texto era una repugnante chapuza, pero los progres lo apoyaron porque eran progres y el PP porque temía el partido que ZP podía sacar si no lo respaldaban. Nada más aprobarse la ley, diversas voces, como la del veterano sociólogo Amando de Miguel y, modestamente, la de un servidor, advirtieron de que el texto no acabaría con la violencia doméstica e incluso se produciría un aumento de la misma. A pesar de que los que anunciaron lo que podía suceder fueron represaliados en no pocos casos, la bochornosa realidad no se ha podido ocultar. Y ahora cuando es obvio que la ley ha sido un fracaso sobrecogedor, aparece la señora Murillo diciendo que la culpa es de las víctimas. La realidad es que la ley de violencia de género ha fracasado, primero, porque se basa en una visión totalmente sectaria y errónea del problema en la que ha primado el feminismo desorejado sobre el conocimiento de la realidad; segundo, porque, más allá de la palabrería cursi y demagógica, el gobierno no ha puesto el debido interés en el tema y, tercero, porque, a pesar de lo que pretende aparentar, ZP ha tenido claras prioridades en esta legislatura. Rubalcaba ha estado más ocupado en supervisar los acuerdos entre una banda de criminales y los enviados de ZP que en ocuparse de las víctimas de la violencia y Fernández Bermejo ha mostrado mucha más diligencia a la hora de gastarse el dinero público en reformar su piso que a la de dotar a los juzgados. Me he preguntado muchas veces dónde fueron a parar aquellos malos alumnos que culpaban a los demás de sus fracasos en lugar de asumirlos. Ahora lo sé. En no escasa medida, los pagamos con nuestros impuestos y se llaman Soledad Murillo, Rubalcaba, Bermejo y ZP.