Feria de Bilbao

El milagro de Los Recitales

-MADRID. 4ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Los Recitales, y uno, 5º, del hierro Fernando Peña, manejable de juego. Justos de presentación por faltos de remate. Los de la divisa titular se dejaron hacer. Destacaron 2º y 3º, buenos. Casi lleno en los tendidos.-Curro Díaz, de azul cielo y oro, metisaca, bajonazo (silencio); tres pinchazos, estocada baja (silencio). -Iván Vicente, de grana y oro, estocada que hace guardia, pinchazo, media, dos descabellos, dos avisos (silencio); pinchazo, media, descabello (silencio).-Ambel Posada, de blanco y plata, dos pinchazos, estocada (silencio); bajonazo (silencio).

El milagro de Los Recitales
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MADRID- Hay días que uno no está para nadie y toros que no se ven por ningún lado. Algo así les debió pasar ayer a Iván Vicente y Ambel Posada. La maldición de esto es que fuera en Madrid y por San Isidro. No les faltó ímpetu, más bien el don de la precisión, cuajar al toro para llegar al delirio del sueño cumplido: el triunfo, en Las Ventas, y por feria. Nada de eso ocurrió. Sí sucedió el milagro. De hecho fueron dos milagros consecutivos: segundo y tercero. Para quien deja de creer ahí están los caprichos. Los dos toros de Los Recitales que embistieron en Madrid, de más nota el que tocó a Vicente. Quizá no fueran dos astados de diez, pero el notable alto estaba asegurado. Embestidas alegres, nobles, interesantes, y ni un toro al corral. Visto el historial con el que Madrid acostumbra a torturarnos... Metidos en la espiral de la tarde, se ovacionaron toros que no merecían tal premio, pero la plaza a estas alturas ya había tomado parte.

Pocas verdades

Curro Díaz inauguró festejo con pocos argumentos a favor. El primero, ancho de sienes y abierto de pitones, sumaba rebrincos en vez de embestidas y el torero tampoco aunó verdades a la secuencia. Molestó el viento y más allá de las rayas del tercio, planteó el de Linares una labor al hilo. Buscó el toreo de mano baja y encontró poco lucimiento en un conjunto desigual, al que quitó más razones con la espada.

No las ganó ante el cuarto, pero gozó de otro ajuste y entendimiento. Apuntaba maneras el toro, pero se apagó con la rapidez de una bala de fuego y Díaz hubo de apañarse con cenizas.

El segundo tuvo alegría en la embestida, se venía pronto, antes incluso de intuirlo. Lo dejó crudo en el caballo Iván Vicente, visto que de fuerza no andaba el toro sobrado. Más bien lo contrario. Y ahí pecó en el último tercio, perdió las manos alguna vez, pero al torero le faltó la brillantez para cogerle la medida de principio a fin. Abundó Vicente en busca del lucimiento, lo buscó por todos los medios, y de todo hubo en la labor. Pero la tecla de la precisión no la encontró y la comunión soñada entre toro y torero resultó un anhelo ficticio.

Fernando Peña remendó la corrida con un ejemplar que se dejó hacer por ambos pitones. Se desplazó a media altura sin poner en demasiados aprietos a su matador. Vicente, en cambio, sufrió la tarde de ayer. La padeció también con ese quinto. Puso limpieza en el trazo, pulcritud y ganas, pero no eran bastante. Los ánimos amargaron, su labor no logró ni por un segundo aliviar la historia y la espada acabó por rubricar el espesor que no le es habitual. Un halo negro enmudecía la voz de su sombra.

A Ambel Posada se le traslucieron los nervios ante el tercero como si se tratara de papel de fumar. Quería el diestro darlo todo y cuanto más le cundía la ambición, más eléctrico le quedaba el resultado. No siempre, no todo, es sabor de generalidades, pero sí dio la sensación de jugarse mucho y quedarse poco. En lo positivo, la personalidad que le hace diferente, el sabor de algunos pases. Pero el toro, tuvo más en el conjunto final, se dejó hacer con nobleza y fondo para una faena apañada, que se evaporó entre la nada.

Posada recibió al sexto con una larga cambiada en el tercio de las de ángel de la guarda incluida, si lo coge lo revienta. La Fiesta cuenta con milagros a cada instante. Jugaba su última baza en Madrid. Y apostó, brindó al público, centro del ruedo y con la derecha, sin prólogos ni probaturas. Declaración de intenciones. A las claras. Menos resultó su toro, que embistió a cabezazos y del fulgor de los inicios nos fuimos a un trasteo a la defensiva, de batalla, que echaba más hierro a los ánimos. Malos ánimos de una tarde dulce de sabor amargo.