España
El nuevo Plan E
Sobre cualquier resultado primará la ideología, reducida a estas alturas a pura propaganda
«Hace unos años –me escribe un amigo inspirado por el famoso Plan E– durante una campaña en un barco-factoría en el banco canario-sahariano, la compañía japonesa que a la sazón compraba nuestra producción estaba representada a bordo por un ingeniero y dos operarios. Estos dos últimos, cada vez que el resultado de un lance de pesca era flojo o de mala calidad, exclamaban a dúo en alta voz: «é». Picado por la curiosidad, pregunté al ingeniero qué querían decir con aquella expresión. Se fue al diccionario y me trajo una nota en español que ponía: flatulencia, viento». En sus dos primeros meses de funcionamiento el Plan E logró crear, según el Ministerio de Administraciones Públicas, 62.896 puestos de trabajo. En ese mismo tiempo, entre febrero y marzo de este año, se perdieron 277.543 puestos de trabajo, habiendo alcanzado el paro, siempre según las cifras oficiales, 3.605.402. (Todo el mundo sabe que la realidad supera los cuatro millones). Estos resultados han sido considerados un éxito y es ese supuesto éxito en la gestión del Plan E lo que parece haber llevado a su responsable, Elena Salgado, al Ministerio de Economía. Podemos suponer por tanto que la lucha contra la crisis repetirá dicho Plan, pero a lo grande. Salgado prestará su imagen de tecnócrata a una política dictada por Rodríguez Zapatero. Sobre cualquier resultado primará la ideología, reducida a estas alturas a pura propaganda: el Plan E, justamente, y sus gigantescos carteles que afean las calles de toda España. Continuará el miedo ante las amenazas no tan veladas de los sindicatos, que desencadenarán una ofensiva total al menor intento de racionalización de la economía y del mercado de trabajo, ofensiva que el gobierno, que sigue en situación de debilidad después de la remodelación, no puede permitirse. Así que entre el pavor, el sectarismo, la propaganda, los cortesanos disfrazados de tecnócratas y las gesticulaciones un poco histéricas como las de esta Semana Santa nos encaminamos a varios años, quizás una generación entera, de inmovilismo y oportunidades perdidas. Las flatulencias de los señoritos socialistas nos salen caras.
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