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«El Pinche» corta la luz
Cuando yo era un niño, algún familiar se acercaba a veces al pueblo, allá donde «el Pinche», a pagar el recibo de la luz con el que la eléctrica enseñaba los dientes o sus amenazas resultaban más creíbles. Era un tipo dispuesto de la oficina de Sevillana al que todos llamábamos también, con el sonoro nombre de un best seller, «el hombre de la luz». Yo lo creía el dueño, y que por eso pasaba los días mirando cables del tendido y concediendo la gracia, según le cayeras, de evitar que alguna noche te quedaras a oscuras en tu casa. Pero la dueña era Sevillana. Y si te amenazaba con cortar el suministro o de hecho lo cortaba, la historia era un signo de inequívoca pobreza: de la pobreza general de aquellos tiempos, de la apretura de las familias o de la misma escasez del suministro y las tensiones de potencia. Sevillana era una cosa y «el Pinche» otra, pero nosotros confundíamos a ambos y, ante cualquier problema, terminábamos por hablar con el buen hombre, que era quien de verdad entendía que la cosecha aún no se había recogido o que antes del domingo algún familiar prestaría el dinero del recibo.Como entonces, a la preciosa población malagueña de Manilva, le acaba de anunciar Endesa que le cortará la luz por falta de pago. Al parecer, nunca le había ocurrido antes algo parecido y es ahora, en su mayor época de esplendor, cuando le ha llegado el signo de su inequívoca pobreza. Y como Manilva, también Estepona, Palomares y tantos y tantos otros pueblos están a un minuto de que les corten el suministro, a pesar de haber vivido años de inagotable maná en los que hacían rosarios con las licencias de obra, competían en el lujo de sus campos de golf o se cruzaban apuestas por llegar a la playa con sus filas de apartamentos. Endesa no lo entiende, pero todos esos Ayuntamientos tienen ahora la magnífica oportunidad de llamar al «Pinche» de turno y contarle honestamente qué han hecho con el dinero, qué gusano se ha comido sus cosechas o qué primo adelantará el dinero para pagar el recibo. En mi pueblo lo contábamos y siempre nos creyó.
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