París

El socialismo francés afronta su enésima refundación

Tras el eurofiasco, Aubry se apoya en Royal para la revolución

El socialismo francés afronta su enésima refundación
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Renovarse o morir. En plena delicuescencia de la socialdemocracia europea, el popular aforismo recobra toda su vigencia. Todavía noqueados, los socialistas franceses parece que han tomado la delantera a sus vecinos a la hora de entonar el «mea culpa» y hacer un esfuerzo de contrición. A decir verdad, no queda otra salida ante el monumental descalabro sufrido en las elecciones europeas de este domingo, (16,4% de los votos) y en las que perdieron 17 eurodiputados.

Sin embargo, ser los primeros en hacer autocrítica no les confiere la delantera a la hora de encontrar soluciones. Por el momento, el Partido Socialista se contenta con haber hecho examen de conciencia y darse «seis meses para cambiar de rumbo». Es el plazo que se ha concedido la primera secretaria, Martine Aubry, superviviente del naufragio electoral, para acometer la «refundación» del partido. El tiempo que necesita para reflexionar, y sobre todo, digerir, el varapalo. Pero la renovación urge en un PS al que en sólo tres días se le han rezado varios réquiem. «Al partido le queda un cuarto de hora para la muerte clínica», reiteraba ayer uno de sus «barones», Manuel Valls, a quien no terminaron de convencer las recetas anunciadas por la «número uno» durante el consejo nacional –una especie de parlamento interno– del martes.

Entre ellas la elaboración de un nuevo y vago «proyecto de sociedad» para el que se dará la palabra a los ciudadanos, emulando de alguna manera la «democracia participativa» practicada por la ex candidata presidencial Ségolène Royal y con la que se ha sellado una entente cordial. El cargo que le acaba de encomendar como representante de la formación en la Internacional Socialista escenifica en cierto modo la refundación no sólo ideológica sino organizativa que Aubry quiere para el PS.

La idea de un nuevo equipo de gobierno, reducido a una quincena de personas, suscita reticencias. Para algunos un mero «cambio de cromos» no es la solución, y aun menos si son los mismos nombres y apellidos: Lauren Fabius, François Hollande, Bertrand Delanoë… Otros como Valls, Vicent Peillon y Pierre Moscovici, ex ministro de Asuntos Europeos, condicionan su entrada a la dirección a un verdadero cambio: de método, programa, generación e incluso nombre.