Elogio del vacío

Por los mentideros de Hollywood corre el rumor de que a Ron Ho- ward (director de asuntos livianos como «Cinderella Man», «Una mente maravillosa» o «Llamaradas», pero también de la muy notable y reciente «Frost contra Nixon») le ha sentado como un tiro que la Iglesia Católica no haya entrado al trapo de «Ángeles y demonios», adaptación del polémico libro escrito por Dan Brown y novelón-«precuela» redactado antes que el controvertido «El código Da Vinci». Y otro ladrillo importante de libro y película, por cierto. Desprovista, pues, de aquel halo de venturosa polémica que envolvió a la anterior y muy tediosa cinta (con todo, la campaña redundó para bueno en la taquilla), llega esta segunda ración de «thriller» religioso que rescata a Langdon, el personaje más insufrible con que se ha topado nunca Tom Hanks, quien, para colmo, pierde aquí la batalla interpretativa frente a Ewan McGregor. Ahora el remilgado profesor de simbología intenta pararle los pies a una milenaria secta, los Illuminati, que resucita con virulencia mientras el Vaticano elige un nuevo Papa. Con más acción y tensión que la entrega precedente (y referencias cinematográficas: el retorcido crimen del primer cardenal evoca los asesinatos de «Seven»), lo que, por otra parte, no significa decir mucho, el filme pierde pie, tensión y credibilidad por culpa de una historia inflada como un pez globo, de escasa intensidad dramática, efectista y dispatarata en ocasiones a la que tampoco ayudan precisamente las numerosas frases lapidarias que el protagonista suelta sin empalago alguno. Parece que, por desgracia, «Frost contra Nixon» era sólo un espejismo.