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Empresarios a la fuerza: cómo salir de la crisis y forrarse en el intento

Empresarios a la fuerza: cómo salir de la crisis y forrarse en el intento
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A finales del año pasado, Shari Carlson y Pablo Molina culminaron su máster en una de las mejores escuelas de negocios de España. En circunstancias normales, las principales multinacionales les habrían apabullado con ofertas de empleo repletas de ceros. Sin embargo, su graduación coincidió con el clímax de la gran crisis y sus sueños de encontrar un puestazo se desintegraron en cuestión de semanas. Así que, hartos de esperar, dejaron de mandar currículums y se dieron al vino. Tres meses después, el mercado laboral sigue colapsado. Pero hace tiempo que a Shari y Pablo dejó de preocuparles: están demasiado ocupados con el lanzamiento de su propia empresa, una red social sobre vino, junto a otro compañero del máster, Patrick. Y todo va mejor de lo que anticipaban: el lanzamiento de la primera versión de la página está previsto para este verano. «Nuestra idea original era trabajar unos años en otra empresa para seguir aprendiendo, pero el mercado laboral nos forzó a adelantar nuestros planes», asegura Shari. Como estos dos jóvenes emprendedores, miles de españoles están montando sus propias empresas para escapar de la crisis que no cesa. En vez de perseguir vacantes que no existen, exprimen su tiempo pergeñando planes de negocio. Y eso que se trata de una apuesta arriesgada: incluso en las épocas boyantes, más del 80 por ciento de las pymes naufragan en sus primeros cinco años de vida. Sin embargo, un puñado de elegidos darán con modelos viables y, cuando la situación económica repunte, serán los primeros en rentabilizar este nuevo ciclo de crecimiento. Profesionales acomodados Hace tiempo que los economistas identificaron este fenómeno, que se repite en cada crisis. De hecho, en EE UU tiene su propio nombre: los «emprendedores a la fuerza». «Tantos años de empleo seguro y bien pagado habían acomodado a la gente», asegura Mark Cannice, director del Centro de Emprendedores de la Universidad de San Francisco, que acuñó esta expresión. «Muchos habían olvidado que inventar cosas nuevas es una actividad muy gratificante. Y esta recesión pondrá a trabajar este talento oculto: científicos, ingenieros y ejecutivos que tendrán un incentivo para probar formas distintas de hacer las cosas». A eso se dedica Bartolomé Olivares, fundador de Getcorporation junto a cinco socios. Se trata de una «incubadora» de empresas: reciben ideas de emprendedores y les ayudan con la gestión, la financiación... En su primer semestre de actividad, le ha sorprendido el ansia de los jóvenes (los más afectados por la crisis) por montar sus propios negocios. «Algunos están en paro, otros tienen un empleo inestable, pero está claro que la incertidumbre está estimulando su creatividad», explica Olivares, de 24 años. Dicen los expertos que ésta será la crisis con más «emprendedores a la fuerza» de la historia. La destrucción de empleo no tiene precedentes: ni en su intensidad, ni en su duración ni en la diversidad de sectores afectados. Por eso, aquí no cabe el autoengaño: a medio plazo, la fuente más fiable de empleo será uno mismo. «Estamos llegando al momento del ciclo económico en el que esta cruda realidad se hace patente», asegura Cannice. Además, los nuevos empresarios cuentan con un aliado que no existía en anteriores recesiones: las nuevas tecnologías. Ya no hace falta gastar una millonada en alquileres, teléfonos, márketing... Una buena conexión basta para convertir una buena idea en un negocio viable. De ahí que estén surgiendo tantas empresas que usan la red para todo: buscar inversores, contratar proveedores, hacer publicidad... Menos barreras «Las barreras de entrada se han reducido», explica Enrique Dans, Profesor de Sistemas de Información de la IE Business School. «Ya no hace falta mucho dinero para ponerte en marcha y comprobar si tu idea es buena antes de lanzarte a gran escala. Además, la disciplina de tener que ganar dinero desde el primer momento hace que sus modelos de negocios sean más claros que si les sobra la financiación». Durante la crisis del 92, a Marco Seiz le habría resultado imposible montar su empresa de mochilas personalizadas. Él es un suizo afincado en Madrid, su socio vive en Francia, su diseñador es sueco y fabrica sus productos en China. Además, ha creado una comunidad de diseño on-line para ayudarle a pulir su producto. «Internet facilita todo, especialmente en tiempos de crisis», recalca. «La gente se da cuenta de que buscar trabajo es una pérdida de tiempo. Por eso, hay profesionales con talento que aceptan encargos de empresas como la mía, aunque no podamos pagarles tanto como las firmas establecidas». Patatús bancario En teoría, el concepto de «emprendedor a la fuerza» suena redondo. Sin embargo, las complicaciones son notables. Antes que nada, hay que tener una idea ganadora y el arrojo de llevarla a la práctica. Y, aun así, queda el paso más complicado: conseguir financiación, una misión complicada en pleno patatús bancario. Sin embargo, hay quienes le dan la vuelta a este argumento. Por supuesto, montar una empresa es arriesgado, pero quienes optaron por alternativas más «seguras», como el ladrillo o la Bolsa, también se están arruinando. «Cuando tus acciones caen un 60 por ciento, tu concepto del riesgo cambia», asegura Bartolomé Olivares. «Además, la rentabilidad que ofrecemos es muy superior a la de otros sectores». Ante este panorama, los nuevos emprendedores buscan soluciones imaginativas. Marcos Seiz se las está arreglando con sus ahorros y buscará inversores cuando haya demostrado que su idea es rentable. Mientras, Shari y Pablo han montado un proyecto paralelo para financiar su red enológica. Se trata de RaisinRed, una web en la que, día a día, narran las aventuras de montar una empresa en tiempos de crisis. Así, confían en el boca a boca para obtener patrocinadores para su proyecto. Y, por ahora, no les va mal: tras lanzar la página hace diez días, ya han apalabrado un acuerdo con una de las mayores empresas del país. «Cada día, creemos más en el proyecto», asegura Pablo Molina. «Y, aunque la idea no funcione como esperamos, saldremos ganando: crear tu propia compañía te enseña cosas que no aprendes de otra forma. Desde luego, es más interesante que mandar currículos que nadie contesta».