Feria de Bilbao

En Las Ventas los bueyes del Santo

La Razón
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-MADRID. 2ª de la Feria de San Isidro. 5 toros de Gerardo Ortega, mansos y bien presentados. El 5º de Sepulveda, también manso. Más de tres cuartos de entrada en los tendidos.-Antonio Barrera, de verde y oro, estocada (palmas); media estocada, descabello (silencio).-Leandro, de gris y oro, dos pinchazos, descabello (palmas); pinchazo, estocada (aplausos).-Sergio Aguilar, de nazareno y oro, estocada, tres descabellos (palmas); pinchazo, estocada (aplausos).

 

Los toros que se corrieron ayer, indignos de cualquier plaza de toros, mucho más en Las Ventas. Desde siempre los ganaderos, aunque sus toros sean mansos de solemnidad, no sufren las consecuencias «in situ». No pasa nada; como sus reses se cotizan a la baja, «vuelven y vuelven y vuelven a volver» y casi nadie se acuerda. Por el contrario, los toreros, que son los que se juegan la vida, como ocurrió ayer, sí soportan el enfado del personal. Pero el público de Madrid entendió a la perfección que los de luces hicieron todo lo que pudieron, a veces más, con semejantes mulos. No cabía otra.

El público lo entendióJaleó los lances y bellos muletazos de Leandro mientras duraron sus oponentes, y el valor de Sergio Aguilar, en especial con el sexto, de embestida bronca, y punteo peligroso al final de las arrancadas. Conscientes de que los diestros se jugaban mucho, estimaron sus acciones, en los tres casos, las únicas de San Isidro. La frustración de los toreros no se compensa con nada; no triunfar en Madrid mengua sus posibilidades de sumar corridas en la temporada. De ahí, los gestos valerosos de los más jóvenes, Leandro y Aguilar. Antonio Barrera se mostró voluntarioso y valiente con el primero, que derrotaba con peligro en cada muletazo. A pesar de ello, insistió y, aunque el toro no se lo puso fácil, prosiguió con la diestra, tragando mucho y exponiendo a sabiendas de que no obtendría fruto. Con el cuarto, de parecidas intenciones aunque atenuadas, muletazos diestros, en los que la res, entraba bien y salía mal de los embroques; los hachazos al final de los pases tuvieron peligro. Volvió a la carga por ambos pitones, con lo que, al fin y al cabo, salvó su dignidad torera. Leandro toreó valiente con el capote al segundo, al que inició con muletazos bajos y trincheras muy bonitas. Las dos tandas diestras, muy estéticas, en las que le faltó cruzarse más. Las dos series zurdas, la primera excelente, engaño adelantado, y acompasado con la velocidad del animal. En la segunda, la res comenzó a puntear y a frenarse. Leandro cambió de mano y, aunque valiente, poco más pudo hacer, no obstante, los últimos naturales muy cruzado, calaron en el personal. Pero ya la faena había acabado. El quinto, de Sepulveda, el más ilidiable de todos, a penas le dejó hacer nada. Se paraba a mitad de los lances y embestía a topetazos. En uno de ellos lo prendió por el muslo de muy mala manera. Leandro le echó coraje.

Buena faena Aguilar inició la faena del tercero con buenos muletazos por bajo, seguidos de dos tandas diestras, muy aceptables. Mejor aún, los naturales, en la distancia justa y el temple adecuado. El animal fue a menos y el torero a más. Sólo quedaba el arrimón final. Con el brusco sexto estuvo muy dispuesto desde el pase cambiado inicial en el centro del ruedo. La primera tanda con la derecha, aguantando las oleadas y dominando gracias a dejar la muleta adelantada.

Mejor que el toro Los naturales que siguieron, sin importarle la violencia del animal, en la misma tónica. Las dos series zurdas siguientes lograrón, a fuerza de aguante, menguar la brusquedad de la res. No contento con ello, continuó por ambos pitones aunque el toro, percatado de la superioridad del diestro, fue a menos. La tarde de ayer hizo bueno el refrán que dice que cuando no hay toros hay toreros. Y a fé, que los hubo.