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En manos de quiénes
De inexpertos a avezados, de ignorantes a profesionales, de Aído a Gabilondo, el Gobierno rechaza la libertad
Smiley y sus secuaces exhiben con desparpajo su aversión a la libertad. Como el cardenal Rouco Varela advirtió sobre la gravedad moral que comporta la aceptación social del aborto, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, zanjó la cuestión replicando que a la Iglesia le corresponde decir «qué es pecado, pero no qué es delito», mientras que el Gobierno elabora leyes que afectan «a toda la ciudadanía con respeto a todas las posiciones». El Gobierno es la totalidad. Fuera y antes del Gobierno no hay nada. No puede haber ninguna moral que influya sobre la conducta y que trascienda lo colectivo, encarnado en el Estado, que somos todos, porque nada somos fuera de él. Es el Estado el que determina la legalidad de por sí, sin atender a nada que no sea su propia circunstancia en tanto que encarnación exclusiva de la colectividad. Nada de lo que el Estado haga será malo, porque el pueblo no puede actuar contra sí mismo. Lo que el individuo tenga, desde su propiedad hasta su ética, quedará sometido a los valores comunitarios que el poder representa. Elija usted cualquier dictadura y la descubrirá articulada sobre el pensamiento de la señora Aído. Dirá usted: no vale juzgar al Gobierno sólo por los exabruptos totalitarios de sus integrantes más jóvenes, inexpertos o ignaros, porque Smiley es plural y tolerante, y se rodea de gentes variopintas. Pues no sé yo. Si hay alguien adulto, experto y profesional en el gabinete es el ministro de Educación. El martes pasado le pedí en el programa de Carlos Herrera en Onda Cero al catedrático Ángel Gabilondo que me nombrara un pensador que según él defendiese eficazmente la libertad. Me respondió que Hegel, añadiendo sin titubear que uno sólo es individuo en el seno de una comunidad, que los valores individuales sólo tienen sentido dentro de la comunidad, que fuera de la comunidad no hay nada, y que sólo somos individualmente libres cuando nos sometemos a los valores comunes. Utilizó la palabra «creo» para hablar de lo colectivo, de países y regiones, y la palabra «solidaridad» para aludir a la coacción política. Y ahora intente usted dormir por la noche.
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