Brasil

Entre sombras

La Razón
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Los observadores de la política y la economía españolas matizan, a la hora de valorar la crisis, entre grave y dramática. Los brotes verdes se entienden por espejismos y la luz al final del túnel se aleja, como si se tratara de una pesadilla, cada vez algo más lejos. No es que la nueva ministra de lo económico dé muestras de excesivo optimismo y las pruebas –el incremento impositivo de los carburantes acaba siempre en un efecto cascada– o los anuncios de recortes de gastos y remiendos para el próximo ejercicio dejan entrever más sombras que luces. Tal vez Rodríguez Zapatero sea un optimista visceral, menos crítico de lo que debiera. Quizá el optimismo no sea un pecado tan grave en políticos que deben generar esperanzas y no cerrar caminos y aún menos errarlos. También es posible que no seamos conscientes de la grave crisis que estamos atravesando. Los frágiles cimientos parecen económicos, aunque tras ellos se vislumbren, con poca claridad, otros más sustanciales, porque atañen al hasta hoy poder hegemónico de los EE UU en el planeta y al sistema que ha defendido en los últimos años: la libertad de mercado a ultranza y la no intervención en ningún caso del Estado. Hay conservadores, ya sean neo o no, que lo tienen claro y apoyan el anterior modelo. Pero lo cierto y lo que les sorprende a algunos es que gobiernos conservadores apliquen fórmulas socialdemócratas, antes consideradas propiedad de la izquierda y que los escasos gobiernos progresistas se rindan a ciertas fórmulas conservadoras. Ello querría decir que ambos sistemas se están agotando, se funden, y se salvan o se hunden juntos.Pero no es sólo lo económico –siguen bailando los temores bancarios, las grandes sociedades aprovechan para reducir personal y costes y las pequeñas empresas desparecen o sobreviven con dificultades–, porque también las formas de vida están sufriendo alteraciones. Parece como si el siglo XXI pretendiera acceder a otros modelos sin que la tecnología nos inclinara hacia el radicalismo. El sustrato de nuestro bienestar se asienta en las fuentes de energía, pero aunque sabemos que son preferibles las no contaminantes, éstas no llegan a cubrir hoy las necesidades. No se ha llegado a un acuerdo general sobre el uso de la energía nuclear, por ejemplo, tema que va a estallar simbólicamente en unos días en las manos del Gobierno. Pero este debate no se ha producido en ningún país. Se entendió que defender el uso de lo nuclear era derecha y optar por las renovables, izquierda. Pero no resulta tan simple. EE UU, países europeos, China, India o Brasil, entre otros países, optaron por ella. Pero las inversiones para producir energía nuclear segura resultan casi prohibitivas. Tampoco se puede seguir contaminando con petróleo y carbón una atmósfera ya tan enferma. Todos pretenden ser ecológicos, pero la opinión pública y sus representantes carecen de opiniones contrastadas. Puede tomarse el problema a título de ejemplo. Una sociedad con excedentes informativos carece de opciones seguras. Un optimismo moderado sobre el futuro les parecerá excesivo a algunos y el pesimismo será depresivo en los grandes grupos humanos. Un realismo fundamentado se entiende como inalcanzable. Nos movemos en incertidumbres, casi entre sombras. Lo cierto es que lo que a primera vista fue una crisis cíclica se está convirtiendo en algo más serio que escapa de la economía e interfiere en los modelos de sociedad.