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Escalofríos de seda (IV)

La Razón
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Podría haberla tranquilizado con mi solidaridad y fingir, como si fuese cosa mía, la aburrida pedagogía de cuatro frases reconstituyentes pensadas por otros para ocasiones como aquélla, pero me pareció que los errores de Angela White en absoluto habrían sido peores que los que en su lugar hubiese cometido yo, así que preferí la sinceridad, pensando que, como sucede con los pinchazos de la penicilina, el dolor del primer momento sería sólo el incómodo comienzo de una agradable mejoría. «Las personas hacemos las cosas en función de la edad que tenemos. Fue siempre y así, amiga mía, y jamás dejará de serlo. Si no fuese por la acumulación de errores no adquiriríamos nunca la experiencia necesaria para no repetirlos, aunque, de todos modos, según se mire, incluso puede ocurrir que la sabiduría, como la artrosis, no sea otra cosa que un achaque de la edad». Angela me escuchaba con una mezcla de gratitud y resistencia, como recuerdo haber escuchado yo hace años a Ernie Loquasto a raíz del final de lo mío con Lorraine Webster. También yo creía entonces que mi vida ya no volvería a ser la misma y que acababa de desperdiciar la mejor jugada de una partida en la que la suerte quedaría echada para siempre. Ernie tenía razón y supuse que sus palabras me servirían para ayudar a Angela en el mal momento que estaba atravesando: «Si te reprochase tu temeridad no sería sincero. Eras joven, tenías agallas y presentías la inminencia del éxito. Por suerte, la experiencia es algo que nos ocurre a tiempo de no estropearnos la juventud. Cometí muchos errores cuando era sólo un muchacho, pero, ¿sabes?, ahora creo que con el paso de los años he descubierto que el dolor hace más perdurable cualquier recuerdo. Y eso en mi caso significa, amiga mía, que de entre las muchas cosas que recuerdo de entonces, las que verdaderamente me conmueven son aquellas que en su momento me parecieron odiosas, perversas o simplemente imperdonables. Que algo te haya salido mal sólo significa que eres joven, temeraria e imprudente. No te quejes por eso, nena, ni te hundas en sus consecuencias. Cuando uno es joven alguien tiene que decirle que los sueños sólo se le cumplen a la gente que no se duerme pensando en ellos».