Historia

Estreno teatral

Esclavos encantados

Esclavos encantados
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Los hombres ya hemos entregado todo nuestro cuerpo y nuestra alma, nuestra vida y nuestra muerte a los poderes de este mundo, y esa entrega será plena, si ya no existe ni algún rumor de transcendencia que hacía a los hombres orgullosos, porque sabiendo que sólo eran viajeros en el mundo, ya que pertenecían a otro de individuos inefables, no se dejaban tratar como ganado. Pero, si desaparece el ámbito de lo transcendente, no contamos ya más que con el poder de este mundo, que es un dios inmanente, que nos libera de responsabilidades y esfuerzos, y nos ofrece bienestar; ¿cómo no aceptaríamos esta esclavitud dorada, llenos de alegría. Las luchas políticas son sólo la comedia para ocultar esa entrega de nuestra humanidad.«Para la sensibilidad corriente ¿qué existe todavía de intangible en el hombre? –se preguntaba Romano Guardini, en su libro, «El poder» que es de 1951– ¿No se ha practicado la experimentación sobre seres vivos? Lo que se hacía en numerosos institutos «médicos» de los campos de concentración ¿era otra cosa que vivisección? ¿Qué significa la correlación que lleva desde el control de la concepción a la interrupción del embarazo, desde la concepción artificial a la eutanasia, desde el cultivo de la raza a la eliminación de la vida indeseada? ¿Qué no puede hacerse al hombre si con ese «se» se designa al tipo medio como se muestra en las conversaciones cotidianas, en el periódico, en el cine y en la radio, en la literatura y también en el comportamiento de aquéllos que ejercen el poder, es decir, los hombres de Estado, los legisladores, los militares y los dirigentes de la economía?De manera que «esta desaparición de los vínculos morales que actúan de forma directa es lo que entrega definitivamente al hombre al poder. Jamás podría haber sido humillado como lo fue en estos años pasados que acabamos de vivir; jamás se podría haber abusado de él como se sigue haciendo en nuestros días en estos lugares, si el sentimiento moral, incluyendo también el sentimiento de cada hombre con respecto a su ser personal, no le hubiera abandonado hasta tal punto. Ya hemos subrayado varias veces que en lo viviente no existen causas unilaterales. Un ser actúa sobre otro porque éste hace posible el efecto e incluso colabora a su realización. En general, el ejercicio del dominio corresponde a la larga en el dominado no sólo un pasivo dejar hacer, sino también una voluntad de ser dominado, pues ello le descarga de la responsabilidad y del esfuerzo. Vistas las cosas en conjunto, al dominado le sucede lo que él quiere. Es necesario que hayan caído las barreras levantadas en su propio interior por la estimación de sí mismo y el instinto de defensa personal para que el poder puede violentarle».Es exactamente así, y tal es la razón de que Simone Weil afirmara que el esclavo es responsable de serlo y está a gusto de serlo, y de que Orwell nos pintase a las masas de gentes camino del matadero, pero clamando enardecidamente: «¡Es por nuestro bien! ¡Es por nuestro bien!». Nietzsche tiene también páginas terribles y verdaderas a este respecto, y Guardini dice, finalmente: «A lo dicho se une otro factor: el contenido religioso inmediato de la vida desaparece cada vez más. La historia no es ya un conjunto de sucesos dirigidos, determinados por la sabiduría y la bondad, sino una sucesión de hechos empíricos. El Estado…es la autoorganización del pueblo, que luego se independiza por medio de leyes sociológicas y psicológicas, dominando así sobre este mismo pueblo… el hombre con todo lo que es y tiene, es puesto a disposición del dominio del poder».Joseph Roth creía que ya eran así las cosas, en 1936, y decía igualmente: «¡Jamás los elegidos para que sobre ellos se ejerza la violencia han complacido de tan buen grado a quienes la ejercen! ¡Jamás hubo una aglomeración tan grande de reses dispuestas a dirigirse al matadero!». Y tan contentas con ello.