Teherán

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La Razón
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De las mejores noticias deportivas del aún joven, pero intenso, siglo XXI. Clemente, seleccionador de Irán. Lo hará muy bien y le deseamos una prolongada estancia en la antigua Persia. El contrato firmado con el presidente de la Federación iraní, ese gran hombre de fútbol y del deporte mundial llamado Ali Kafashian, es de tres años. Me parecen pocos. Con tres años, Clemente no tiene ni para empezar. ¿Cómo se dice balón en iraní? ¿Cómo se le indica a un delantero de Irán, por muy ratón del área que sea, que debe intentar no caer en la trampa del fuera de juego? Si el equipo contrario salta al campo con camisetas azules y las de la selección de Clemente son azules también, ¿cómo se le convence al árbitro para que ordene un cambio de camisetas con el fin de no obstaculizar el juego e impedir que el defensa central de Clemente le ceda el balón al delantero adversario y meta un gol con el consiguiente disgusto del genio de Baracaldo? Como mínimo, para aprender el idioma, Clemente necesita diez años. Otros diez para conseguir que Irán se clasifique para disputar un Mundial, y diez más para convencer a los iraníes de que la eliminación fue cosa de la mala suerte. Treinta años en Irán son los mínimos que necesita Clemente para convertir al pacífico país de Ahmadineyad en una gran potencia del fútbol. Ni uno más ni uno menos.

No es admisible que se contrate a un entrenador y seleccionador de su categoría por tan escaso tiempo. El fútbol iraní, formidable por cierto, necesita de la constancia y la perseverancia para sacudirse sus complejos y poder tratar de tú a tú a cualquier selección del mundo. A Clemente le sobra palmarés y prestigio para convertirse en el Ferguson de Teherán. A Ferguson, la Reina de Inglaterra le ha concedido el tratamiento de «Sir», y a Clemente, si Ahmadineyad no nos sale chungo, se le podría dar el de «Ayatola», que le viene muy bien, escrito sea de paso. «El Ayatola de Barakaldo», con «K» de koala, que por algo es nacionalista, aunque nunca ha querido que su nombre se escriba «Klemente», que ya se sabe lo raros que son los nacionalistas con sus manías.

Clemente es experto en entrenar a selecciones de otros países. España, Serbia y ahora Irán. Con España no tuvo suerte, a pesar de alinear a un portero en el puesto de extremo izquierdo. Con Serbia le han ido regulín las cosas, pero es que en la antigua Yugoslavia nadie sabe de dónde es y hacia dónde va. Ahora, al fin, tienen la oportunidad de entrenar en una nación tranquila, complaciente y con un impresionante historial deportivo. Y con una ventaja. En pocos años tendrán bombas nucleares, y no se la van a tirar a ellos mismos, lo que garantiza su seguridad.

Asimismo, podrá hacer las oportunas gestiones para que el próximo rival de «Euskadi» en los bolos navideños sea la selección de Irán, aunque resulte extremadamente doloroso enfrentarse a su gente, y más aún si el partido se juega en San Mamés, que no era vasco, sino de Capadocia, hijo de Santa Rufina y San Teodoto, y lamentablemente fallecido en el año 253 de nuestra era a manos de un gladiador en el anfiteatro de Cesárea. Una barbaridad. Suerte a Clemente en Irán, y muy larga estancia.