Guardia Civil
ETA mata en Francia a un guardia civil de un tiro en la cabeza
Ambos agentes formaban parte de un dispositivo conjunto de vigilancia de etarras con policías franceses.
MADRID- Tras diez intentos fallidos, ETA consiguió ayer lo que tanto ansiaba al romper en junio el alto el fuego anunciado en marzo de 2006: asesinar. El guardia civil Raúl Centeno, de 24 años de edad y natural de Madrid, se convirtió en la primera víctima mortal de la banda terrorista tras el final de la tregua, aunque su muerte no acaeció en España, sino en Capbreton, un municipio del suroeste francés situado a unos 30 kilómetros al norte de Bayona.
Centeno y su compañero, Fernando Trapero, miembros del Grupo de Apoyo Operativo (GAO) del Instituto Armado, participaban en una misión de vigilancia de presuntos etarras junto a efectivos de los servicios de información franceses, los Renseignements Generaux, cuando ocurrieron los hechos. Sobre las nueve y media de la mañana, entraron en la cafetería «Le Ecureuilles», situada junto al centro comercial Leclerc de la localidad gala para desayunar. En su interior, según han corroborado varios testigos, estaban ya los tres asesinos, dos hombres y una mujer.
Tras terminar su consumición, los dos agentes abandonaron el local y se dirigieron hacia el aparcamiento del centro comercial donde tenían estacionado su vehículo, un Peugeot 405 con placas reservadas del Ministerio del Interior francés. Trapero y Centeno, sin embargo, no llegaron a montarse en el vehículo. En el momento en que se disponían a hacerlo, dos de los etarras se aproximaron a ellos por la espalda empuñando sendas pistolas.
A Centeno le descerrajaron un disparo a bocajarro en la cabeza que acabó con su vida casi en el acto, mientras que a Trapero le vaciaron un cargador entero, causándole heridas de gran consideración. Los servicios de emergencias franceses lo trasladaron al hospital de Bayona, donde quedó ingresado en la unidad de reanimación –el equivalente a la UCI española– en estado de coma cerebral y su pronóstico es reservado, según explicó el director del centro, Angel Piquemalle. El cadáver de Centeno permaneció tendido en el lugar del crimen hasta casi las ocho de la noche, en que fue levantado, lo que ha causado malestar entre sus compañeros .
En el momento del atentado, Centeno y Trapero se encontraban distanciados del resto del dispositivo policial establecido en la zona, por lo que dos demás efectivos de Rensegneiment Generaux y de Guardia Civil no se percataron de la acción y no pudieron ayudarlos. Ambos agentes iban desarmados, pues, según la legislación francesa, los miembros de las Fuerzas de Seguridad españolas que se desplazan territorio galo para participar en este tipo de operativos no pueden portar pistola o revólver alguno.
Sobre si la acción había sido un atentado premeditado o no hay versiones enfrentadas. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificó el encuentro en la cafetería de los terroristas con los agentes de «fortuito». Según la versión de Rubalcaba, se supone que entonces hubo un reconocimiento mutuo que culminó con el atentado, al que habría precedido una discusión en el aparcamiento entre los terroristas y los guardias. Otras fuentes, sin embargo, creen que se trató de una acción premeditada. En este sentido, se preguntaron: «Si hubiera sido un encuentro accidental, ¿por qué se iban a arriesgar los terroristas a disparar contra dos guardias sin saber si ambos formaban parte de un dispositivo más amplio que podría haberlos detenido inmediatamente después de cometer el asesinato?
Estas fuentes creen que los agentes, que participaban en un dispositivo para controlar posibles citas entre aspirantes a entrar en ETA y miembros de esta organización criminal, que se suelen producir en fin de semana, podrían haber sido «mordidos» (controlados) en anteriores vigilancias. La banda, deseosa de dar una respuesta urgente a las detenciones del viernes de personas de su entramado, habría aprovechado la información de que disponía y ordenado el atentado.
Tras disparar a los dos agentes, los terroristas se dieron a la fuga en un Peugeot 307. Su huida se vio truncada en los alrededores de Haut Mauco, cerca de Mont-de-Marsan. Allí, tras un accidente o avería, los terroristas tuvieron que conseguir un nuevo coche. En el vehículo se encontraron enseres, documentaciones falsas y un pequeño artefacto de 300 gramos de explosivo similar al que usan los terroristas para destruir los coches y no dejar huellas al huir. Fuentes de la lucha antiterrorista creen que los etarras, antes del atentado, recogieron dichos objetos del piso en el que vivía, que probablemente está en la zona, para dirigirse a un nuevo escondite. El nuevo coche lo consiguieron secuestrando a punta de pistola a la conductora de otro Peugeot 307 y a un menor. Ambos fueron retenidos en el maletero del coche y liberados entre las localidades de Leognan y Saucats.
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