Badajoz
Éxitos en la vuelta de Espartaco
Pocos patios de cuadrillas gozan de tanta fraternidad como el de Olivenza ayer por la mañana. Llegó Espartaco a la plaza acompañado de su hijo, rubio a más no poder y ataviado con una chaqueta. No perdía detalle el chaval de la gesta que iba a llevar a cabo su padre para celebrar los 30 años de alternativa. En la misma capilla se cruzó con Manzanares, el hijo claro, aunque el padre, gloria del toreo, pisaba arenas cercanas. Cayetano, íntimo de Espartaco, era cómplice de la aventura del diestro sevillano, y así quedó sellado con un abrazo. Horas después lo harían en el ruedo a modo de brindis. La presencia de Curro Vázquez, El Juli... daban color a una jornada de toros luminosa. La reaparición de Espartaco para celebrar las tres décadas de alternativa, cuando toreaba con los padres de la generación de hoy. Y además del encuentro furtivo de Espartaco con el toreo tuvo poso la jornada. No hubo lugar al aburrimiento con una desigual pero interesante corrida de Juan Pedro Domecq y un toro de bandera, el tercero. Acompañó la suerte en el momento clave. Cuando Juan Antonio se abrió de capa ante el primero. Fue noble a rabiar el animal y Espartaco anduvo templado y sereno. Brindó a un grande, Curro Romero, que no perdió detalle desde la barrera. Se le vio disfrutar a Espartaco, que dejó una labor muy limpia por ambos pitones, cerrada con relajados naturales. Le encontró la muerte con una perfecta estocada. Y lo mejor es que pareció disfrutar como si no hubiera pasado el tiempo. El cuarto resultó más listo, más orientado y el torero, buscó las cercanías para pegárselos de uno en uno, en ese camino que le marca su dignidad. Manzanares puso ayer la primera piedra de una temporada que apunta alto. El cambio de mano que pegó en el comienzo de faena al segundo fue de los que calan hondo, pese a lo que suceda después. Y ocurrió que anduvo con enjundia ante un toro que no era fácil, porque tenía media arrancada y reponía con un ritmo raro. Le puso técnica, cabeza y valor y la faena resultó interesante. Al quinto le cogió el aire pronto en dos tandas de derechazos con mucho empaque, el que tiene como propio. Después, el toro se rajó y la labor cambió de estructura, al calor de las tablas. Los pases más despaciosos de toda la mañana los firmó Cayetano con el tercero, un gran toro, tras comenzar la faena con intensidad de rodillas. Decíamos que paró el tiempo a derechas, muy lento, muy lento, y sin que el toro le tropezara el engaño. Pura expresión. Había embaucado al público con el prólogo y embriagado toreando a ralentí. Después, con el caramelo ya en los labios, vinieron los enganchones que afearon una labor plena de entrega pero no siempre acertada. Al final, calentó motores, hundió la espada y paseó dos orejas, pero a la faena le faltó la rotundidad que había logrado en esos pasajes. Al noble pero soso sexto le hizo una faena larga, limpia y pulcra.
Se lidiaron toros Juan Pedro Domecq, de buen juego en general. Lleno de «no hay billetes». Espartaco, de nazareno y oro,oreja y saludos; José María Manzanares, de azul y oro, oreja y oreja; y Cayetano, de verde y oro, dos orejas y palmas.
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