Los Ángeles

Farrah Fawcett: ha pasado un ángel

Ayer falleció la actriz, víctima de un cáncer. Su batalla perdida contra la enfermedad fue similar a la que sufrió frente a la industria de Hollywood

Farrah Fawcett: ha pasado un ángel
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Saltó a la fama como miembro del trío de detectives más glamouroso que ha existido en la televisión, «Los Ángeles de Charlie», y su sonrisa y su melena rubia conquistaron el planeta desde un póster que se ha convertido en icono de Hollywood. Pero la vitalidad de Farrah Fawcett no fue suficiente para ganarle la batalla al cáncer y ayer falleció a los sesenta y dos años de edad. Murió a las nueve y media de la mañana en el hospital St John's Heath Center de Santa Mónica (California). A su lado se encontraba también su pareja desde hace más de treinta años, el actor Ryan O'Neal, su amiga Alana Stewart, su peluquera Mela Murphy y su médico Lawrence Piro. «Durante toda la noche ha estado consciente e inconsciente de forma intermitente. Se ha ido, ahora pertenece al tiempo. Está junto a su madre, su hermana y Dios. La he amado con todo mi corazón, la voy a echar de menos mucho, muchísimo», dijo O'Neal a la revista «People» poco después de producirse el fallecimiento. La varita de SpellingFarrah Fawcett cumplió con el estereotipo de rubia de América. Es más, lo superó. No había cámara en los 70 que se resistiera a fotografiarla, ni mujer que no tratara de copiar su corte de pelo. Su innata capacidad de seducción catapultó a una humilde chica de Texas como «top model» a los 21 años. En poco tiempo se haría con una de las campañas más famosas de la historia de la publicidad , lo que le valió el apodo de «la chica del champú». Pero lo mejor estaba por llegar. Decidió dar el salo a Hollywood, donde la contrataron para películas como «Myra Breckinridge». En 1973 se casó con el actor Lee Majors y tres años después el rey midas de las series americanas, Aaron Spelling, le ofrecería el papel de su vida en «Los Ángeles de Charlie». Junto a Kate Jackson y Jaclyn Smith, se convirtió en la sensación de la pequeña pantalla y alcanzaron una audiencia récord de veintitrés millones de telespectadores cada semana. Le bastó una sola temporada en el papel del querubín Jill Monroe –no quiso renovar su contrato– para ganarse la etiqueta de «sex symbol» universal. De su póster con un traje de baño rojo y su melena al viento se vendieron más de doce millones de copias. En 2007 la revista «GQ» consideró este cartel como «la pieza de arte masculino más influyente en los últimos 50 años» y en el sitio web de la actriz se afirma que ha sido pirateado más de mil millones de veces. Después de una demanda que perdió contra la producción de «Los Ángeles de Charlie» por la que debió aparecer en unos cuantos capítulos más, Fawcett probó suerte en la producción y fundó su propia compañía. Fracasó. «Me hice famosa antes de saber actuar. Pronto me convertí en una estrella y me sentí un poco agobiada», confesó al «New York Times» en 1986 cuatro años después de su divorcio con Lee Majors. Para entonces su relación con Ryan O'Neal ocupaba las revistas del corazón de todo el mundo. Y es que, tras el cénit de «Los Ángeles de Charlie», sus trabajos posteriores quedaron ensombrecidos. En 1978 protagonizó «Somebody Killed Her Husband (Alguien mató a su marido)», que la crítica castigó con un titular unánime: «Alguien mató su carrera». Hacia 1984, en un intento de buscar suerte en otros lares, optó por papeles más intensos en cintas como «La humillación», «Pobre niña rica» y «Cama ardiendo». Pero su verdadera fuente de atracción para el público se encontraba en las revistas y no en la pantalla. Farraw fue la primera «celebrity» que pagó cara su fama. «No podía hacer nada, era popular porque podía tener cualquier portada de cualquier revista pero nadie me daba trabajo», denunció Fawcett en aquel entonces. Nadie la escuchó. No le quedó más remedio que abandonar el cine y la televisión y se recluyó en su familia. Sólo se dejaba ver en actos solidarios. Cuando había logrado digerir sus altibajos profesionales –incluido un nuevo fracaso televisivo en 2005–, el cáncer apareció en su vida. Desde entonces se volcó en cuerpo y alma para luchar contra la enfermedad. Aunque en noviembre de 2007 declaró que respondía favorablemente a un tratamiento al que se sometía en Alemania, a principios de abril de 2009 fue ingresada a un centro médico de Los Ángeles. Resignada ante el destino«Así es la vida, con consecuencias positivas y negativas a todo lo que haces», comentaba resignada en el documental sobre su agonía que le devolvió el respeto de sus compañeros y la audiencia que perdió tras pasar por el cielo de Charlie. Contó en primera persona desde sus viajes a Europa en busca de tratamientos alternativos hasta su desesperación cuando perdió su famosa melena por culpar de la quimioterapia. Incluso narró sin que le temblara la voz el momento en que su hijo Redmond, 24, salió de la cárcel por unas horas para estar a su lado de su madre. Redmond, quien cumple condena por posesión de drogas, no pudo estar ayer al lado de Fawcett cuando murió, pero sí hablo con ella por teléfono para pedirle perdón por no estar a su lado.

«Love story»Farrah Fawcett y Ryan O'Neal han protagonizado la más alucinante historia de amor hasta que una terrible enfermedad se ha llevado a la ex Ángel de Charlie. «He hablado con ella durante toda la noche, le he dicho que la amaba. Ahora está en un lugar mejor», ha afirmado con cierta entereza y dolor contenido el intérprete, quien no se ha separado de Fawcett ni un segundo y menos aún durante los momentos más duros. Había proclamado a los cuatro vientos que, por fin, ella había accedido a casarse después de mantener una intermitente relación sentimental desde los 80. La pareja se separó diez años después, pero la vida les unió tiempo después. La chica del póster quiso protagonizar un emotivo documental emitido por la NBC titulado «La historia de Farrah», en el que contó su lucha contra el cáncer y que fue seguido por millones de espectadores. A su lado siempre estaban O'Neal y su amiga Alana Stewart, que grabó todos los movimientos de la actriz.