Ciclismo
Gárate conquista la Luna
Subir al Mont Ventoux es como llegar a la Luna. En la meta espera un paraje sin vegetación, sin oxígeno. Sin nada más que un viento infernal. Un desierto a dos mil metros de altitud. Una angustia que ayer no pudo con Juanma Gárate.«Esto es lo más grande que me podía pasar», dijo después de levantar los brazos en la meta y convertirse en uno de los privilegiados que han ganado etapas en las tres grandes. «Ya tenía una victoria en la Vuelta y en el Giro. Me faltaba el Tour, soñaba con ganar en el Mont Ventoux y lo he conseguido», añadió. Y no faltó el recuerdo para su madre. «Se lo dedico a ella, que está atravesando un bache», comentó emocionado. «No puedo pedirme más. He conseguido todo lo que esperaba en mi carrera. Tengo 33 años y la retirada no la veo cerca, pero ya he cumplido», afirmó el guipuzcoano de Rabobank.Lo suyo fue una cuestión de resistencia. El alemán Tony Martin y él fueron los únicos supervivientes de una escapada de 19 corredores que llegó a tener nueve minutos de ventaja, de los que sólo le quedaban cuatro en las primeras cuestas del Ventoux.La culpa había sido de Astana. Su espectacular trabajo de equipo consiguió romper el pelotón antes de la ascensión al último puerto. Formaron abanicos que no consiguieron su objetivo de descolgar a los Schleck, sobre todo a Frank, para que Armstrong subiera tranquilo, pero dejaron el grupo muy reducido. Sastre fue uno de los damnificados. Y los escapados parecía que serían los otros. La aceleración de Astana se había ido comiendo su ventaja.Pero fueron los ataques de Andy Schleck los que más hicieron peligrar la victoria de Gárate. El luxemburgués se empeñó en descolgar a Armstrong, pero a todos sus arranques respondía Contador con la misma facilidad de siempre. Subido en su bicicleta, con la cabeza alta y sin dar la impresión de sudar, cumplía su promesa de ayudar a Armstrong si podía. Cada respuesta suya era una posibilidad más de que el yanqui conservara su lugar en el podio.Al final se marcharon los dos juntos. El planteamiento de Bruyneel funcionaba a la perfección. El primero, Contador, marcaba al segundo, Andy Schleck. El tercero, Armstrong, marcaba a Frank, su enemigo por el podio. Y por parejas subieron al Mont Ventoux hasta que Nibali echó a andar y se pegó a la rueda de Andy Schleck y Contador.El italiano hacía peligrar la tercera plaza de Armstrong y anulaba las posibilidades de Frank Schleck. Ya no tenía sentido que sus compañeros siguieran tirando por delante para favorecer al italiano. Y el minuto escaso de ventaja que disfrutaban Gárate y Martin volvió a crecer hasta casi doblarse.La victoria ya era una pelea entre ellos dos porque por detrás el ritmo seguía siendo cansino. Se juntaron los cuatro primeros y alguno más, como Wiggins y Kloden. Al alemán, una vez más, le tocó llegar el último y ponerse el primero para marcar el ritmo del grupo. Hasta que reventó y otra vez se quedaron los de siempre en su carrera particular.La única amenaza ya para Gárate y Martin eran los animosos ciclistas que saltaban desde atrás. Como Pellizotti, el «maillot» de lunares, que después de un gran Tour no quería marcharse sin una victoria de etapa. Pero el viento podía más que un hombre solo. Gárate, que ya veía a su compañero cansado y no quería que se les echaran encima los que venían por detrás, se animó a atacar. Martin se quedó roto. Pero el viento también podía más que el guipuzcoano, que decidió esperar para protegerse a la espalda del alemán de Columbia. Cuando la meta ya se veía, Gárate volvió a atacar. Y esta vez nadie pudo detenerle antes de conquistar la montaña más áspera del Tour.
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