Francia
Gastronomía afrodisíaca/ Por Marina Castaño
No seré yo quien haga prosélitos de los afrodisíacos, porque no creo en ellos, sin embargo la historia, la religión, las costumbres y los consumidores se han encargado de ensalzar las cualidades eróticas de algunos alimentos. Los que más conocemos, aunque no estén al alcance de todos, son las ostras y el caviar. Las ostras: fueron consideradas como un excelente remedio para excitar los apetitos carnales. Vitelio, emperador del Imperio Romano, y gordito, él, engullía en cada comida 200 ostras; Séneca se conformaba con 100 docenas a la semana; Horacio Montanus tenía fama de reconocer que, con sólo saborearlas, las de distinta procedencia.
En la Edad Media disminuyó considerablemente su consumo, pero su fama de afrodisíacas aumentó la demanda en el siglo XVII, especialmente en Francia, donde se pusieron de moda para el desayuno, regadas con el mejor champán. De la fama como afrodisíaco del caviar habla Catalina de Rusia en 1754 y lo pide para cenar. Y con esa misma fama ha llegado hasta nuestros días. La alcachofa fue calificada por Paracelso en su «Botánica oculta» como afrodisíaca, e hizo furor en el siglo XVI por atribuírsele virtudes excitantes, y los frutos rojos, tan representados en «El Jardín de las Delicias» de El Bosco, eran considerados en la época como muy estimulantes. Por hoy, un punto seguido. La semana próxima, más.
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