Los Ángeles
Gus Van Sant: «En los adolescentes me encuentro a mí mismo»
Escena de «Paranoid Park», en la que el director (arriba, a la dcha.) analiza el sentimiento de la culpa a raíz de un incidente fortuito
Gus Van Sant («Elephant», «Guerry», «Mi nombre es Harvey Milk», «Psicosis», «Mi Idaho privado», «Last days»...) triunfó en el Festival de Cannes con «Paranoid Park» hace dos años, aunque el filme, por desgracia, haya debido tardar dos años para estrenarse en España. La historia orbita alrededor de Alex (Gabe Nevins), un «skater» que accidentalmente provoca la muerte de un guardia de seguridad ferroviario. Y como tantos otros protagonistas adolescentes en el cine de este director norteamericano, el chico no sabe cómo acabar con su grave «problema», que guarda en secreto.
–Los protagonistas no son actores profesionales. ¿Por qué corrió ese riesgo?
–Primero hicimos varios castings con intérpretes, pero la verdad es que no hallaba los rostros que pretendía... Y pusimos carteles en locales y lo anunciamos por MySpace. Me gusta trabajar con «amateurs» porque creo que de esa manera estoy experimentando, me permite filmar su espontaneidad. Ellos no necesitan construir las emociones, les brotan por sí solas. Yo busco la emoción en la realidad.
–¿Y por qué a la hora de adaptar una novela ha vuelto de nuevo a elegir una protagonizada por adolescentes?
–En ellos me encuentro a mí mismo. Es una etapa de formación fundamental en nuestro desarrollo. Cuando nos afirmamos como personas y aprendemos a amar, a reconocernos. Es un momento de mi vida que recuerdo con afecto. Y los jóvenes poseen una belleza distinta, especial. En ellos vive el temor y la desesperanza. Alex no confía lo que le sucede a nadie, ni a sus padres, que están separados, tampoco a sus amigos o a su novia. Alex se trata de un ejemplo de lo que ocurre con buena parte de la adolescencia en mi país, EE UU. Para que puedas confiar en los demás te debes sentir muy seguro de ti.
–¿Donde encuentra la inspiracion para sus proyectos?
–Cuando leí «Paranoid Park», de Blake Nelson, me di cuenta de que era una historia que no sólo me atraía, sino que podía filmar con relativa facilidad. La adapté personalmente para darle una estructura cinematográfica y lo hice en muy poco tiempo, la verdad. Fue algo muy sencillo.
–¿Pero cuánto tardó entonces en adaptar el guión?
–Nada, dos días. Tomaba las descripciones de la obra y las convertía en encabezados de escenas, luego me ocupaba de las conversaciones y las formateaba como diálogos... Fue casi como «xeroxcopiar» la historia original... Luego, eso sí, lo revisé todo y eliminé varios fragmentos.
–¿Estaba antes familiarizado con el mundo de los «skaters»?
–Yo fui uno de ellos. Y rodando la película en ocasiones me ponía a patinar. La libertad que te da el «skate» es única.
–Sus últimas películas han tenido unos presupuestos pequeños. ¿Lo buscó adrede?
–Me he convertido, la verdad, en un director de proyectos baratos, aunque eso va a cambiar con mi próxima obra (Gus Van Sant lo dice de manera enigmática, pero no informa de qué película se trata). Para filmar necesitas que alguien ponga dinero, lógico, y los productores quieren cubrir sus gastos. Ellos no me imponen las mismas condiciones si invierten cuatro millones de dólares o cuarenta. Con los proyectos modestos me siento más libre.
–Hablaba antes de la novela, referente a lo que le atrajo de ella sobre todo...
–Varias cosas. Que transcurriera en Portland, mi ciudad natal, y donde filmé mis primeras películas. También que el protagonista fuera «amateur», un aspecto que lo convertía de algún modo en un marginal con respecto a los profesionales del «skate». También me interesaba la propia y terrible circunstancia que el libro describe, porque me pareció particularmente sofocante.
–Los marginados son una especie de género para usted.
–Es verdad que la mayoría de mis películas las protagonizan chicos parecidos, pero lo que más me interesa, no obstante, son sus familias. Sucede que soy hijo único, y por ello siempre me atrajeron las familias con muchos vástagos. De hecho, solía integrarme, medio informalmente, a las de mis amigos. Tal vez por eso en mis cintas aparecen familias integradas por jóvenes que están como perdidos.
–¿Echa de menos hacer un filme de Hollywood tipo «El indomable Will Hunting» o «Descubriendo a Forrester»?
–Esas películas supusieron entonces una experiencia, una aventura; al igual que todas las mías, por otra parte. Veo el cine como un experimento, bien sea con la etiqueta de comercial o «indie». Nunca renuncio a entretener a los espectadores. Claro que no. Yo también busco la aprobación del público, lo que pasa es que les ofrezco otro tipo de distracción, películas que lo pueden ser incluso más que las convencionales.
–Perdone, ¿podría profundizar en esa idea?
–Supongo que hago filmes aptos para quien está cansados de ver siempre lo mismo. Dicen que mi cine es abstracto, pero la abstracción también puede convertirse en diversión. Aunque no juzgue, aunque no disponga de explicaciones. No es mi función. Y, ¿por qué iba a tener que explicar algo si para una misma cuestión hay un millón de argumentos posibles? No me interesa, no me voy a complicar la vida tratando de dar respuesta a nada...
–¿De qué manera ha ido evolucionado su cine con el paso de los años? Porque debutó hace ya unos cuantos, concretamente en 1985 con «Mala noche»...
–Mis historias son parecidas a las de Alfred Hitchcock pero en versión muchachos. Todavía no sé cómo se rueda una escena en el sentido tradicional. No puedo hacerla, en serio. Sin embargo, he aprendido de qué manera aprovechar mis propias deficiencias para crear lo que yo pienso que debe ser una película. Pasé por una época en la que lo mío eran las historias que no lo eran estrictamente, no sé, en la línea de escritores del tipo James Joyce y Samuel Beckett, asuntos austeros, de modo que lo que contaba podía reducirse a una simple idea, casi a una sola palabra.
–Sus cintas son minimalistas.
–Lo mío es trabajar sin guiarme por las reglas. Cada cineasta hace las cosas de diferentes modos. Mi estilo es hacer algo barato....
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