Juan Sosa «el cabra»: «Hay que tener paciencia y no pensar en las horas que quedan»

A Juan Sosa lo conoce todo el mundo en Guillena como «El Cabra». «‘Cabra' o ‘cabri', mucho mejor que Juan. Son cosas de los pueblos», cuenta con media sonrisa mientras termina de dar los últimos retoques a la caseta. Queda mucha Feria todavía por delante y tiene pocas horas para aleccionar a los dos camareros que se estrenan este año por culpa de la crisis. «Hay que esperar, tener paciencia y no pensar en las horas que quedan, porque si no esto se hace cuesta arriba», asegura «El Cabra». Los dos novatos son Diego Ortega y José María Torres, que deberían estar haciendo tabiques y enfoscando paredes en vez de repartir bandejas repletas de montaditos y rellenar jarras de rebujito. «Lo malo es que parece que no va a cambiar, porque en la construcción no hay trabajo. Se tiene uno que buscar la vida como puede», reconoce Torres.Al «Cabra» no se le va ni una y tiene muy buen ojo: «Cuando vienen al día siguiente y te piden agua a la media hora, malo. ‘Éste se ha puesto de grana y oro por la noche', y eso no puede ser, porque las horas pesan y no se llega al final». Por ocho días se sacan unos 2.000 euros, que «tampoco es tanto si se tienen en cuenta las horas que se está detrás de la barra y el desplazamiento todos los días hasta el pueblo», cuenta el ex albañil, que no quiere ni pensar en «cómo voy a estar el domingo por la tarde».Desde el fondo de la caseta se oyen las voces de las dos cocineras. Antonia Somoche «la Cana»; y Manoli Fernández «la Popi», que son las reinas de las «papas» con chocos, el arroz caldoso, la carne con tomate y el plato estrella de la «nouvelle cuisine» de la fritanga feriante: los rollitos con bacon, «que nos los quitan de las manos. Es lo mejor que tenemos aquí», confiesa la «Cana».Forman equipo desde hace 18 años y siempre tienen «un buen ambiente a pesar de las tensiones y de la ‘guasa', que hay dentro de una caseta. Pero ésta es muy familiar y nos conocemos todos», afirma «el Cabra».