Valencia
Historias e historietas
Desde la derrota electoral de marzo de 2004 el PP ha sido protagonista de toda clase de historias e historietas. Algunas muy serias y otras más cercanas al sainete. Han pasado cinco años largos y Rajoy se ha revelado como la única alternativa posible a un Zapatero en minoría parlamentaria y gravemente herido en su credibilidad. Dos claras victorias electorales, Galicia y europeas, y convertirse en clave y garante del cambio en Euskadi no son méritos desdeñables aunque los medios de la izquierda, es decir la mayoría, se empeñen en echarle cada día agua al vino de los triunfos. Demostraciones de poderío como la del pasado sábado en Valencia y la insistencia de las últimas encuestas, entre otras la última de Onda Cero y Antena 3, en un mínimo de dos puntos de diferencia a favor de los populares, son señales claras del hartazgo de una parte muy significativa de la sociedad de tanto cuento chino como venimos escuchando al jefe del Gobierno. Zapatero pasará a la historia como el segundo presidente de la democracia que no consiguió una mayoría absoluta a pesar de haber disfrutado de una primera Legislatura de crecimiento económico, paz social y ausencia de oposición efectiva, que estaba, ya saben, demasiado ocupada en broncas internas y luchas de poder estériles. Esas luchas son las historias que dice Rajoy que hay que olvidar. Pero cuando se pasa página no se aplica una goma de borrar a la memoria. Se cambia de estrategia pero sin perder de vista los errores cometidos para evitar su reedición. Un año después del congreso en que fue reelegido, entre otras cosas porque nadie tuvo el coraje de presentarse como alternativa, el balance que presenta Rajoy es más que razonable. Aquellos que aseguran que la distancia en intención de voto debería ser mucho mayor saben de sobra que eso es una estupidez. Nadie volverá a «barrer» a nadie en unas elecciones, pero tras unas generales gobernará quien más votos obtenga. En las europeas, al final, fueron casi cuatro puntos de diferencia, y eso ha disparado las alarmas en una calle Ferraz «huérfana» desde que José Blanco es ministro. En el año 96 se demostró, para siempre, que no hay victorias amargas ni dulces derrotas.
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