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Holanda: Primavera en el reino de los tulipanes

Con los cinco sentidos bien afinados, la región más septentrional de los Países Bajos ensimisma al viajero con el vibrante color de los tulipanes, el aroma a queso y el pausado movimiento de las aspas de sus molinos.

Holanda: El reino de los tulipanes
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Hubo un tiempo en el que el ruido de las espadas eran las únicas palabras que intercambiaban holandeses y españoles. La lucha por la próspera Flandes fue larga y despiadada. A pesar del paso de los siglos, los holandeses no olvidan su digna victoria. Y nos la recuerdan en cada conversación. Dispuestos a enterrar el pasado, nos adentramos en Noord-Holland, la provincia más tradicional del reino de los tulipanes.En primavera, el tesoro mejor guardado de la región más septentrional de Holanda tiene nombre propio: Keukenhof, el parque floral más fotografiado del mundo. Y no es de extrañar, pues sus 32 hectáreas de extensión albergan más de cuatro millones de tulipanes, jacintos y narcisos de formas y tonalidades imposibles. Amarillos, naranjas, rosas, fucsias… La explosión de vibrantes colores penetra en la retina hasta dibujar la estampa más emocionante que podamos imaginar de la primavera. Bajo el intenso perfume que desprenden las flores, la atmósfera resulta sobrecogedora. Más de 15 kilómetros de calles invitan a disfrutar de un relajado paseo y a contemplar a un palmo el bello fruto de la naturaleza. Sin embargo, el lienzo resulta aún más idílico si lo contemplamos desde uno de los barcos que rodean el parque y que permiten ver, desde una posición privilegiada, los infinitos campos de bulbos que cuidan con esmero los agricultores de la región.En la ruta hacia el norte del país merece la pena hacer un alto en el camino en Haarlem. Vivo retrato de lo que fue la edad dorada de los Países Bajos, la ciudad fue reconstruida tras el asedio de los españoles en 1572. Pero la «resurrección» fue más que satisfactoria. Ejemplo de ello es la Grote Mark, centro neurálgico de la localidad presidido por la estatua de Laurens Coster, de quien se dice que inventó la imprenta años antes que Gutemberg. Y tras su figura, la solemne iglesia de Saint Bavo. Emblema de la ciudad, las cuatro paredes del templo esconden en su interior uno de los órganos más importantes de Europa, tocado por un jovencísimo Mozart cuando tan sólo tenía 10 años.

Molinos centenariosY si los tulipanes son la cara más vistosa de Noord-Holland, los molinos no se quedan atrás. Para verlos en funcionamiento, nada como recorrer el coqueto pueblo de Zaanse Schans, un museo al aire libre que traslada al viajero a la Holanda de hace más de un siglo. Allí, entre casas de madera verde, las aspas de los gigantes de viento recuerdan la función cumplida durante años: regular el nivel de las aguas y mantenerlo «a raya».Y, ¿qué hay de los zuecos? Sin duda, es otro de los tópicos de los Países Bajos, pues fue durante siglos el calzado diario de los agricultores. Ahora, su fabricación atrapa todas las miradas en una de las casas de Zaanse Schans, donde la madera se convierte en un colorido zapato en poco menos de diez minutos.

A la sombra de un faroSiguiendo la senda de los campos de tulipanes, justo antes de toparnos con el mar, llegamos a Enkhuizen. La silueta de su Ayuntamiento recuerda al mítico Palacio del Dam, en Ámsterdam. Sin embargo, la figura que protagoniza el horizonte de la villa es la de su faro, de más de 17 metros de altura. Sin salir de la ciudad, a orillas de un lago construido artificialmente –que de eso bien saben los holandeses– se levanta Zuiderzeemuseum, un museo al aire libre que delata la esencia pesquera de la zona a través de la reconstrucción de pequeñas casitas en las que el viajero revive el folclore del país.El broche de oro a la travesía por Noord-Holland llega en Alkmaar, la ciudad del queso por antonomasia. Entre abril y septiembre, su plaza principal, Waagplein, se llena de enormes y olorosos quesos de más de doce kilos la pieza. El espectáculo es único, ya que proveedores y comerciantes regatean hasta llegar a un precio que queda sellado por un apretón de manos. Después, entra en juego la labor de los «transportadores de queso», encargados de llevar el «trofeo» hasta el peso público de la villa, ubicado en un imponente edificio de estilo gótico que domina la plaza principal. Pero, además de queso y calles repletas de boutiques, Alkmaar encierra un curioso recorrido por pintorescos patios residenciales que alojan a mujeres solas y sin muchos recursos. Entrar en ellos es todo un espectáculo, pues no falta detalle: la bicicleta en la puerta, las flores en la ventana y los zuecos colgados en la pared. De nuevo, el reflejo de la Holanda más tópica. La de verdad.Ya habrá tiempo, en la próxima ocasión, para conocer la cara secreta del país.

Cómo llegar. KLM vuela a Ámsterdam 5 veces al día desde Madrid y 6 desde Barcelona. Imprescindible. Visitar el parque floral Keukenhof. En 2009 está abierto hasta el 21 de mayo.Más información. Oficina de Turismo de Holanda: www.holland.com/es.