España
Injertos: la gran esperanza del hombre calvo
En apenas unos meses se ha triplicado el número de microinjertos de pelo en España. Cada año se practican en el mundo 250.000 intervenciones, según la Sociedad Internacional de Cirugía Capilar
Intentan disimular lo evidente, las incipientes entradas que terminarán convirtiéndose en una calva descarada. Y la mayoría tienen licencia para culpar a sus padres, porque la genética juega un papel importante en la alopecia. De hecho, afecta a cerca de 3,5 millones de españoles de entre 20 y 45 años. Las causas son múltiples, la mencionada herencia familiar y los cambios hormonales (andrógenos), el estrés, la ansiedad, las dietas hipocalóricas mal equilibradas, la falta de hierro y ciertas enfermedades son algunos de los responsables.Una vez realizado el diagnóstico, cuando el paciente ha perdido cerca del 60 por ciento del cabello, una de las opciones cada vez más demandada es el implante capilar. De hecho, cada año se realizan cerca de 250.000 intervenciones de este tipo en el mundo. Así se desprende de un estudio publicado por la International Society of Hair Restoration Surgery. Y España también se ha sumado a la moda tras ver los buenos resultados que lucen algunos políticos. Según apuntan desde la multinacional Svenson, en cuatro meses se ha triplicado el número de microinjertos. Miguel Aizpún, ex vicepresidente de la Academia Española de Dermatología y actual dermatólogo del hospital San Pedro de Logroño, advierte de que «hay que estudiar cada caso en particular; además, la mayoría de las veces, aunque se haga un implante, es necesario seguir tratamiento médico».Pero no es la testa la única zona que quieren cubrir. Pese a la «adicción» al láser que muestran algunos para acabar de una vez por todas con el vello antiestético en algunas zonas del cuerpo, según la multinacional, un 0,4 por ciento de los españoles regenera, gracias al implante, el área púbica, el 3,4 por ciento las cejas y un 1,5 por ciento el bigote, barba y las patillas.En la cabeza, la técnica en cuestión permite que el candidato recupere la masa capilar. Una de las ventajas es que no necesita permanecer ingresado en el hospital, basta con reposar de dos a cuatro días. Además, la intervención dura unas tres o cuatro horas y la anestesia local permite al candidato permanecer despierto durante la cirugía. Una vez dormida la zona, se extraen de la parte posterior e inferior de la cabeza entre 1.500 y 3.000 cabellos, que se dividen en microinjertos de uno, dos o tres cabellos. A continuación, se implantan los folículos en las zonas más afectadas. Después se coloca un vendaje sobre el cuero cabelludo, que se quita al día siguiente y evita que los injertos se muevan. Los expertos informan de que las técnicas actuales permiten lograr resultados naturales con un cambio de imagen positivo y de forma definitiva. No obstante, hay que tener en cuenta la inflamación local post operatoria y la presencia de costras (muy pequeñas) en el área trasplantada que caerán pasados unos días. En algunos casos es necesario realizar segundas sesiones para completar densidad de pelo. Pero, por regla general, pasada una semana, el paciente puede volver a su actividad habitual, aunque el aspecto final puede tardar en verse, ya que las raíces trasplantadas reinician su ciclo natural de crecimiento cuando ya ha pasado el periodo inflamatorio, esto es, a los dos o tres meses. El paciente percibirá una mayor densidad capilar a los nueve meses y tras un año desde el procedimiento, los resultados serán mucho más claros. Otra opción es el trasplante de cuero cabelludo. En este caso, el cirujano obtiene tiras de piel con cabellos de la zona lateral de la cabeza y las «reubica» en el área superior donde se percibe la mayor pérdida. Mientras sutura la herida, se extraen las unidades foliculares que se van a injertar. Sin embargo, y pese a la preocupación que despierta la calvicie, pocos ponen remedio. Aizpún incide en que «sólo el 6,4 por ciento acude al dermatólogo, muchas veces por desconocimiento o por la publicidad engañosa, y acuden a otros sitios, lo que tiene como resultado el gasto en productos "milagro"que no resuelven el problema». Los que no se atrevenHay quienes no se atreven con el bisturí. Éstos pueden frenar la calvicie con fármacos. Aurora Guerra, jefa del Servicio de Dermatología del hospital Doce de Octubre de Madrid, expone que «medicamentos como la finasterida han dado buenos resultados en la alopecia androgenética. Restituye el tamaño de los folículos del cuero cabelludo, evita la caída y favorece la aparición de pelo». Por su parte, Aizpún advierte de que «no puede usarse en mujeres, ya que es un teratógeno, es decir, un agente capaz de causar un defecto congénito en el bebé si se queda embarazada». Otro medicamento es el minoxidil, que se administra de forma tópica y alarga la fase de crecimiento del cabello. Además de los evidentes signos físicos, la calvicie tiene serias repercusiones psicológicas. En concreto, lo que más lamentan ellos es perder el atractivo sexual. Sin embargo, algunos estudios han intentado subir su autoestima y afirman que, el hecho de que los altos niveles de testosterona (hormona de la libido) estén involucrados en la caída del cabello, hacen que los calvos tengan un mayor sex-appeal. Incluso se dice que muchas mujeres prefieren a los calvos o rapados, porque aseguran que son más viriles. Pero no todos los expertos están de acuerdo. Antonio Casaubón, presidente de la Federación Española de Sociedades de Sexología, explica que «la pulsión sexual está mediatizada por estímulos externos, circunstancias sociales... Si pensásemos en el individuo como animal puro y duro sin mediatizar por otras cosas, sería cierto, pero no es así».Otro de los grandes mitos que circulan tiene que ver con los problemas que provocan algunos productos, como champús o lacas. Aurora Guerra afirma que «el cabello es una parte muerta una vez fuera del cuero cabelludo y lo que hagamos tiene poca importancia. Otra cosa es el propio cuero cabelludo, al que no hay que agredir con excesivo calor ni dar tirones, por ejemplo. Es más importante la forma de uso que la prohibición». Y añade que «la alopecia debe ser tratada con rigor como una enfermedad, no simplemente como un problema estético, ya que repercute seriamente en la salud social y psíquica del individuo».
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