San Marcos
José Tomás ante su primera encerrona
Nos citamos en León con el apoderado de José Tomás, Salvador Boix, justo después de la última corrida del maestro antes de su gran cita del 5 de julio en Barcelona. Nadie mejor que él sabe cómo prepara el torero su encerrona con seis toros
Seis y doce de la tarde. Plaza de toros de León. 24 de junio. San Juan. José Tomás entra por el patio de cuadrillas. Es la última corrida antes de la cita más relevante del año y quizá de muchos años, tal vez de su vida. Por primera vez en su carrera se encerrará con seis toros en solitario y lo hará en su plaza talismán: la Monumental de Barcelona. Pero para eso habrá que esperar al 5 de julio. La cuenta atrás ya ha comenzado. José Tomás entra en el coso leonés ataviado con un terno malva y oro que acentúa su palidez. Lleva el rostro desencajado, la responsabilidad que asume cada tarde se asoma a su cara. Impone. Por nada del mundo perturbaría su silencio. Como cada día que torea llega a la ciudad el día antes y como monje de clausura se encierra en soledad. Lo hizo en un escenario inmenso y bello, el Parador de San Marcos, en el centro. Y allí, a solas, él encuentra los caminos de la inspiración y el miedo. José Tomás es atípico en muchos sentidos. Su personalidad es un pilar en el que se construye toda una mitología en vida. Un mar en un desierto. Durante la mañana, mientras en los corrales de la plaza se debate el sorteo de los toros, José Tomás duerme las horas dando cortos paseos para estirar las piernas. No pregunta, nada quiere saber de los toros que le han tocado en suerte, da la cara al destino sin refugiarse en pequeños desvelos. «Casi todos los toros que torea los ha visto antes, en el campo, y tiene una memoria fotográfica impresionante. No le contamos nada de los toros, porque no pregunta», dice el apoderado Salvador Boix, que sí acude cada mañana al ritual. Ya en la plaza, sobran los consejos. Los silencios de José Tomás son una religión. Ni el propio Salvador ni la cuadrilla: el maestro es maestro por algo. El cartel de «No hay billetes» es valor seguro si torea él. No falla. Ni un día. Ni un descuido. Reventa asegurada. Colma las plazas, los hoteles, los restaurantes... Para su encerrona en Barcelona bastaron 50 minutos para agotar las entradas. La revolución en el toreo de los últimos años lleva su nombre. Volvemos a la tarde de León, la última antes de vérselas solo con seis toros. En la ciudad castellana logra el triunfo, aunque el fallo a espadas hace que cambie la puerta grande por la salida a pie, pero los gritos de «torero, torero» retumban en el coso cubierto de León mientras José Tomás da la vuelta al ruedo. A hombros sale Perera con tres orejas. Poco más de una hora después de acabar el festejo no quedaba ni rastro de José Tomás. El torero, pasadas las 24 horas de miedos, luces y sombras, regresaba a casa. En el mismo Parador de San Marcos donde se cocinaron los entresijos de la corrida de toros para la cuadrilla de José Tomás y para el propio torero, nos citamos con Salvador Boix, su apoderado, pero no un taurino al uso. Catalán, de Vic, en los alrededores de Barcelona, y músico por excelencia. –¿Qué lleva a un músico a acabar apoderando a una máxima figura del toreo?–Entrevisté a José Tomás en el 99, a partir de ahí nos hicimos amigos y cuando él tuvo en mente reaparecer, me propuso que fuera yo la persona que le apoderara y me pareció fenomenal. Estoy encantado. –Al tener una relación de amistad además de la profesional se pasarán más nervios. –Sí, se pasan nervios y cierta presión por ver a un amigo jugarse la vida, pero siempre consciente de que el toreo es eso. Y el concepto de José Tomás está muy claro y lo tengo asumido; lo paso mal cuando las cosas no ruedan. –¿Cómo se celebran los triunfos?–Los triunfos se celebran poco. Se hace de una manera intensa pero corta, porque todo sigue para adelante. Cada tarde está todo por hacer y recrearse en lo de ayer no sirve de nada. –¿Es entonces Tomás un hombre parco en celebraciones?–Es un hombre muy sencillo, hecho al recogimiento. La felicidad se le nota en la cara, pero dura lo que tiene que durar, siempre pensando en lo que está por venir. –Este año está la temporada más calmada de percances, ¿a qué se debe?–Estamos teniendo más suerte en los sorteos. El año pasado si había un toro malo de seis le tocaba a José Tomás. Si tienes más suerte se reduce el riesgo. –¿La entrega de José Tomás es la misma?–Exacta, y quiero dejar claro que José Tomás nunca ha pretendido que le cogiera un toro. Nunca ha hecho barbaridades ni alardes fuera de lo que es torear. –Pero pisa terrenos...–Donde cree que debe torear y donde se necesita mucho valor. Arte y valor. A partir de ese concepto el riesgo existe cada tarde en función de los toros. –Lo que quiere dejar claro es que no es un «suicida».–Eso es. Es una barbaridad decir eso y mera literatura barata hablar en esos términos. Quien lo dice es porque no tiene más capacidad de análisis. José Tomás es siempre el mismo y la cornada no la ha inventado José Tomás. Ahí está la historia del toreo para comprobarlo. –Lleva unido de manera profesional a la Fiesta desde el 90, pero en esta nueva etapa, ¿qué ha descubierto?–Que hay mucha distancia entre la ilusión de los toreros, sus sensaciones de vida torera y lo que en realidad es el negocio, lo que le envuelve. –¿Cómo son los entresijos?–Como en todos los negocios hay gente que lo vive con integridad y gente que está aquí para llevárselo. –¿Qué es lo que más le ha sorprendido?–La gran cantidad de dinero que genera el negocio y lo poco que se llevan los toreros, es una cosa desproporcionada. Los toreros son los responsables, no los únicos pero sí los máximos, del negocio, y no sé cómo está tan mal repartido. Hay muchos que se han forrado sin ponerse el vestido de torear ni una vez en su vida.–¿Cómo es José Tomás?–Sencillo, humilde, muy inteligente y riguroso consigo mismo. El sentido ético con el que actúa en la plaza lo lleva a la vida cotidiana. –Y rechaza lo público.–No le interesa nada el bombo que se monta alrededor, huye de lo mediático, de la publicidad, pero es una persona muy sensible a las injusticias y tiene una relación muy especial con los animales. –¿Y cómo asume todo lo que crea a su alrededor?–No deja de sorprenderse cada vez que cuelga el cartel de «No hay billetes» y la tremenda repercusión que tiene todo. Le brillan los ojos y se queda perplejo. Está muy agradecido a la gente que se pasa dos horas al sol en taquilla o que hace un esfuerzo por ir a verle. Él intenta corresponder al cien por cien. –El 5 de julio, la encerrona en solitario en Barcelona, será un día clave. –Es un punto de inflexión en la temporada, y la corrida número 11. Estamos muy ilusionados y José Tomás lo está viviendo con mucha intensidad. Se está buscando mucho en los entrenamientos, con mucho rigor en la preparación, está muy responsabilizado... La plaza va a estar hasta arriba y puede ser una gran tarde. –Los beneficios serán para la Fundación José Tomás, que tiene fines sociales. –Sí, fines sociales de ámbito internacional. José Tomás quiere ayudar en la medida de lo posible a quienes lo necesitan. Es curioso que quienes quieren acabar con la fiesta de los toros proyectan en los animales lo que son incapaces de dar a sus congéneres. –Como catalán que es, ¿cómo ve la Fiesta en su tierra?–Mal, la veo mal. Me temo que con el tiempo van a echar el cerrojo y todo por cuestiones políticas. –¿Hasta cuándo José Tomás?–Hasta cuando él quiera. Eso no lo sabe nadie, pero uno de los comentarios que se están haciendo esta temporada es que todo está yendo perfecto, que está cuajando los toros y que, además, se le ve feliz. Lo vive todo con mucha intensidad y él mismo lo dijo: «Vivir sin torear no es vivir».
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