Sevilla

José Tomás la consagración de la primavera de 1999

Al ya histórico San Isidro de esa temporada llegaba el torero después de haberse ganado el respeto de Sevilla, en una campaña que le haría figura de leyenda, pues tras la feria de Madrid y las cuatro tardes, se programaron 65 festejos de peregrinación para los amantes del toreo total, donde se pasó por la faja y por el alma a 130 toros.

José Tomás, la consagración de la primavera de 1999
José Tomás, la consagración de la primavera de 1999larazon

La isidrada 2009, pase lo que pase, estará condicionada por la poderosa ausencia de José Tomás. Mas aún al cumplirse diez años de su histórico San Isidro 1999. El de Galapagar se consagró aquel año en Madrid de manera definitiva con cuatro tardes a sangre y fuego, y donde toda su plenitud de toreo al natural llenó de magia el coso venteño.«La consagración de la primavera» es una célebre y en su momento escandalosa obra musical de Stravinsky, en la que con una percusión obsesiva se narraba el sacrificio ritual de una joven para celebrar la primavera con la muerte ante su tribu. Fue precisamente lo que José Tomás de manera litúrgica y apasionada construyó ese mítico San Isidro 99. Un rito de belleza y de enorme sacrificio. Todas sus actuaciones se caracterizaron por la intensidad emocional y por la determinación. Y salvo los malos aficionados y algunos plumillas, nadie comentó que era un suicida o que apostaba con perder la vida, como en tiempos actuales se ha propalado desde la pequeñez taurina. En una temporada marcada por su apoderamiento con Enrique Martín Arranz, la vuelta a su entorno del bohemio e ideólogo incomparable Antonio Corbacho, así como por la soterrada guerra con muchos empresarios y el diestro Enrique Ponce, el artista ajustó tres tardes en feria y la Corrida de Beneficencia. El ser o no ser del torero de época se jugó como nunca en un serial isidril donde la emoción y la hondura josetomasista azotaron toda la cartelería. El triunfo le precedeAl ya histórico San Isidro 99 llegaba el torero después de haberse ganado el respeto de Sevilla, en una campaña que le haría figura de leyenda, pues después de Madrid y las cuatro tardes, se programaron 65 festejos de peregrinación para los amantes del toreo total, donde se pasó por la faja y el alma a 130 toros, con la cifra administrativa de 108 orejas y 5 rabos en el esportón. Pero sobre todo con el balance de que ya nada sería igual en la tauromaquia contemporánea. Había un coleta que plasmaba con una vocación ética y una volcánica estética lo que antes habían imaginado los Belmonte, Joselito el Gallo, Manolete o Antonio Ordóñez. Había nacido uno de los grandes. En todo caso aquel fundacional 99 no hubiera sido nada sin la impronta y su concepto del toreo plasmado antológicamente en sus faenas de la calle Alcalá. La primera tarde, la del 18 de mayo, José Tomás dejó para la posteridad uno de los mejores y más emocionantes quites por gaoneras que se recuerdan. La quietud y la majestuosidad del torero en esos lances prologaron su impresionante feria. De hecho, esa tarde tras cortarle una oreja a uno de El Torero, abrió la puerta grande de Madrid tras la memorable y épica faena al sobrero de El Sierro, con un valor al límite en una pelea ganada por el genio.En su segunda de feria, el día 26 de mayo, José Tomás hizo una de sus más legendarias faenas a un toro de Puerto de San Lorenzo, que de no haber pinchado reiteradamente, habría sido merecedora de ese rabo que Madrid sueña conceder algún día a José Tomás. Cumbre de toreo al natural, expresión artística para uno mismo. Aquella faena hizo volar el alma de una plaza rota y entregada. Su ya inconfundible toreo de toque, sus muñecas dulces, un temple lleno de ritmo e intensidad, la pureza, sus pausas… José Tomás como tótem y tabú. Tras el gesto de matar una deslucida y cornalona corrida de Conde de la Corte, una desangelada tarde de uno de junio, José Tomás llegó a la emblemática Corrida de Beneficencia. Aquella tarde del diecisiete de junio del 99, a beneficio de los damnificados por el Huracán Mitch y del terremoto colombiano, se acarteló con Hermoso de Mendoza, César Rincón y Miguel Abellán. A los de El Pilar les cortó tres orejas José Tomás, gracias a un toreo largo, lento, bello, de mano baja, en una nueva sinfonía torera al natural.Aquella añada 99 ha quedado en la memoria de los mejores catadores de una tauromaquia única, con un compromiso ético insuperable y con una belleza e intensidad que lamentablemente no podrá ser disfrutada en la ramplona feria 2009. No deja de ser una casualidad histórica que el mismo año que se estrenó ante el asombro de los bienpensantes la obra de Stravinsky, Juan Belmonte diera precisamente en la vieja Plaza de Madrid sus célebres cinco verónicas sin enmendarse. Y que años más tarde un silencioso y raro muchacho de la sierra madrileña otro heterodoxo más como el ruso y el trianero, creara aquel San isidro 99 unas obras de arte para la memoria. Bella y ya eterna consagración de la primavera josetomasista.

Siete orejas y tres cornadasEl de Galapagar llevaba seis años sin pisar el ruedo venteño y reapareció, el año pasado. Contaba con el beneplácito del público que lo esperaba con ansia. El 5 de junio José Tomás bordó el toreo. Una media estocada le sirvió para cortar dos orejas al primero de su lote. La puerta grande estaba abierta, pero al héroe no le sirvió y se llevó también los dos trofeos del segundo. Apoteosis. Para su segunda cita, el día 15, la reventa se disparó; tres mil euros pedían por una entrada. Cuando salió, vestido de rioja y oro, se soñaba con vivir lo mismo. El resultado: tres orejas y puerta de la enfermería; tres cornadas le obligaron.