Aborto

La abortista arrepentida: el símbolo del «nosotras decidimos» que cambió de bando

La abortista arrepentida: el símbolo del «nosotras decidimos» que cambió de bando
La abortista arrepentida: el símbolo del «nosotras decidimos» que cambió de bandolarazon

Cada mañana, Norma McCorvey enciende la cafetera, da gracias a Dios por el nuevo día y le pide fuerzas para su campaña contra «Roe vs Wade», la sentencia que legalizó el aborto en EE UU. En todo el país, miles de activistas pro vida siguen el mismo ritual, pero dos pequeños detalles distinguen a McCorvey del resto. El primero, que en los 70 ella fue Jane Roe, la mujer que protagonizó el célebre caso ante el Supremo. Y, el otro, que en 1995 se convirtió en la heroína de los antiabortistas al arrepentirse de los resultados de su cruzada proabortista y emprendió una sonada campaña para dar la vuelta a la ley. En las últimas semanas, McCorvey ha regresado a las trincheras. En mayo, el asesinato del médico abortista George Tiller reavivó una pugna que divide a los estadounidenses en dos mitades casi simétricas. Días después, la Policía la detuvo junto a 26 activistas en la Universidad de Notre Dame (Indiana) antes de un discurso de Barack Obama, a quien acusa de perpetrar un «genocidio infantil». «Fue un subidón de adrenalina», admite por teléfono desde su casa de Dallas. «Era la primera vez que me detenían. Pero no me asusta ir a la cárcel: no se me ocurre una razón mejor que defender a los niños que no han nacido». La turbulenta existencia de Norma arrancó el 22 de septiembre de 1947 en una aldea de Louisiana. Su biografía es el reflejo de una familia despedazada: abandonada por su padre, maltratada por su madre y humillada por sus maestros. A los 16 se casó con un obrero del metal que la vapuleó en cuanto se quedó embarazada. Y, meses después de tener a la pequeña Melissa, su propia madre le arrebató la custodia en contra de sus deseos. Durante años, Norma siguió dando tumbos. Trabajó de camarera y de feriante. Coleccionó amantes de ambos sexos. Se enganchó a las drogas y el alcohol. Intentó suicidarse en más de una ocasión. En 1967 tuvo otra niña, Paige, pero la dio en adopción. Así, su vida parecía condenada al anonimato más estéril hasta 1969, el año que cambió su vida para siempre. Embarazada por tercera vez, se topó con dos jóvenes abogadas en una pizzería de Dallas. Y así surgió «Roe vs Wade», el caso más polémico que jamás ha fallado el Supremo de EEUU. El caso perfecto Las dos letradas, Linda Coffee y Sarah Weddington, andaban a la caza de una grieta en la coraza legal contra el aborto. Norma les pareció el caso perfecto: joven, desamparada e incapaz de pagarse el viaje a los pocos estados que permitían esta práctica en esos años. Semanas después, presentaron la demanda bajo el seudónimo «Jane Roe»: era la garantía de que la identidad de la joven no saldría a la luz. Tras un trienio de alambicadas disputas jurídicas, el tribunal aprobó «Roe vs Wade» por siete votos contra dos. Así, el aborto quedó legalizado en todo el país y la polémica sentencia se convirtió en el blanco de los pro vida de todo el país. Pero la sentencia llegó demasiado tarde para Norma, que ya había tenido su tercera hija, Mariah, y la había dado en adopción. «Cuando me enteré de la decisión del Supremo, me entró un ataque de pánico», recuerda. «Me costó asumir lo que había hecho. Empecé a beber más y más. Me sumí en una depresión profundísima. Tengo los brazos llenos de cortes de aquella época». A comienzos de los 80, sus dudas se disolvieron. Poco a poco, empezó a asomar la cabeza en manifestaciones proabortistas. Tras años de anonimato, escribió una autobiografía en la que proclamaba con orgullo que era Jane Roe. Y, poco después, consiguió un empleo en una clínica abortista desde la que arremetía contra los activistas pro vida. «El país está repleto de fanáticos que siguien tratando de imponer sus ideas religiosas y esconder su odio hacia las mujeres», escribió en 1994, meses antes de su repentina conversión. Su arrepentimiento fue el mayor logro de «Operación Rescate», uno de los grupos antiabortistas más influyentes del país. Un equipo de activistas alquiló la casa contigua a la clínica y montó un piquete. Al principio, Norma no ocultaba su desdén hacia los antiabortistas, a los que acusaba de dejar muñecas mutiladas en el felpudo de su casa. Pero, poco a poco, cambió de actitud: cuando salía a fumar, solía toparse con el reverendo Phillip Benham, líder de «Operación Rescate». Y en estos encuentros «casuales» se forjó una de las amistades más inopinadas que cabe imaginar. Norma no acierta a señalar el momento en que su cerebro hizo «clic» y trazó una equivalencia entre aborto y asesinato. A veces le viene a la memoria el día que abrió el congelador de la clínica y se encontró los restos de un feto. O la tarde que se quedó absorta mirando unos columpios mecidos por el viento. «Me dije: ¿Dios mío, están vacíos porque casi no hay niños, los estamos matando a todos¿», recuerda. El caso es que, poco a poco, sus debates con Benham fueron minando su ideología proabortista. En agosto de 1995, el reverendo la bautizó en una piscina en una ceremonia ante las cámaras de televisión. Y, de inmediato, abandonó la clínica y se mudó a la casa de al lado: la sede de «Operación Rescate». «Si consigues que Jane Roe cambie de opinión en este asunto, puedes convencer a cualquiera», proclamó Bill Price, presidente de Texanos por la Vida, al «New York Times» tras enterarse de la noticia. Desde su conversión, Norma se ha convertido en una de las más fervorosas militantes contra la ley que lleva su seudónimo. En la actualidad, no apoya el aborto ni en los casos más extremos, como las violaciones o las malformaciones graves. Con este fervor, el movimiento que encabeza ha reclutado a varios jueces del Supremo para su causa. En la actualidad, sólo cinco de sus nueve miembros respaldan «Roe vs Wade»: si un antiabortista llega al tribunal, la sentencia podría anularse. De ahí que McCorvey esté obsesionada con Sonia Sotomayor, nominada por Obama para ingresar en el Supremo: aunque no se ha pronunciado explícitamente sobre el tema, se da por descontado que mantendrá el «status quo». No a los asesinatos La inminencia de su nombramiento ha hecho que Norma redoble su esfuerzo militante. Lleva meses recopilando casos de mujeres cuyas vidas se han desmoronado tras un aborto. También participó en los disturbios de la Universidad de Notre Dame, la primera vez que Obama se enfrentó a una revuelta popular de tanta entidad. Eso sí, traza una frontera en las protestas no violentas y condena firmemente el asesinato de George Tiller. «Si te llamas pro vida es porque crees que nadie tiene derecho a matar a un ser humano», recalca. Su otra obsesión es encontrar a Mariah, su tercera hija, a la que no habría tenido si el aborto se hubiera legalizado tres años antes. Desde que salió del armario como Jane Roe, ha recibido una treintena de llamadas de supuestas «mariahs», todas ellas falsas. «Sólo quieren ser famosas y salir en el programa de Oprah Winfrey: me rompen el corazón cada vez que me dan falsas esperanzas», dice entre sollozos. No es la única vez que Norma se echa a llorar en media hora de conversación. Son las cicatrices de una vida marcada por la contradicción permanente. Y que, a sus 62 años, sólo encuentra sentido en una titánica lucha contra su antiguo yo. «Soy una mujer de fe, así que sé que presenciaré la anulación de ¿Roe vs Wade¿, aunque sea el último día de mi vida», asegura. «Será mi forma de hacer algo por la humanidad. Mi lienzo quedará completamente limpio y por fin podré descansar».