Crítica de cine

La broma pesada de Von Trier

Su nuevo trabajo, «Antichrist», provoca los abucheos / Ken Loach arranca aplausos con «Looking for Eric», comedia en la que ha contado con Eric Cantona

La broma pesada de Von Trier
La broma pesada de Von Trierlarazon

Fueron jóvenes airados pero ahora son la noche y el día, la cruz y la raya, el perro y el gato, el líder obrero nacido para gustar y el artista provocador nacido para poner los pelos de punta. Curioso que ayer coincidieran en la competición de Cannes dos cineastas tan singulares como Ken Loach y Lars Von Trier, y que la reacción de la prensa fuera tan distinta: mientras la proyección de «Looking for Eric» era interrumpida por espontáneos aplausos, la de «Antichrist» fue puntuada por risas a destiempo y clausurada con sonoros abucheos. Quizá la presencia del futbolista Eric Cantona en el filme de Loach fuera en parte responsable del entusiasmo de la prensa francesa, pero es innegable que, al margen de la opinión de hooligans bien educados, el cineasta británico maneja a las masas con una inquietante maestría. «Se puede decir que una comedia es una tragedia con final feliz», dijo Loach en rueda de prensa. Y tiene toda la razón, porque la historia de Eric Bishop (Steve Evets) empieza como un drama proletario y acaba con una sonrisa en los labios, fruto de esa populista celebración de la solidaridad obrera tan típica en Loach.

El fantasma de Cantona

Eric es un cartero que quiere volver con su mujer, que tiene a un hijo metido en asuntos turbios y que no tiene ni puñetera idea de qué hacer con su vida. La aparición del fantasma de su ídolo Eric Cantona, sabio alter ego que le guía en los azares del destino, ofrece un patillero contrapunto humorístico a una película que festeja el sentimiento comunitario del fútbol –«Un equipo es la representación de una comunidad», admitió Loach. «Creo que la única ocasión en que está permitido ser nacionalista es cuando juega tu equipo nacional»– para trasladarlo, parece que con bastante éxito, a las plateas del cine. A este cronista la película le pareció obvia, facilona y descuidada, como la gran parte de la obra de Loach.

Lars Von Trier apareció en la rueda de prensa muy serio, algo tembloroso y titubeante. «Antichrist» nació de un período de profunda depresión en el que el director danés no sabía si podría volver a trabajar. No extraña que la película sea siniestra, y que lo escabroso de algunas de sus escenas, no aptas para espíritus sensibles, causara risas histéricas entre la prensa. «No mostrar habría sido como mentir», afirmó Von Trier. «No creo que tenga que pedir excusas ni dar explicaciones. El público es mi invitado, no al revés. Hago películas para mí, no para el espectador». Es innegable que esta mezcla de «Secretos de un matrimonio» y el cine de terror más sádico tiene la fuerza indescriptible del delirio de un enfermo mental. Es difícil dilucidar si la crónica de la disolución de esta pareja (Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg), aislada en una cabaña en medio del bosque, dispuesta a superar el duelo por su hijo muerto en un absurdo accidente, es una broma pesada o la última palabra de Von Trier (en apariencia bastante misógina) sobre la verdadera naturaleza del mal. En todo caso, la visión de «Antichrist» proporciona una experiencia inolvidable, menos serena, eso sí, que la que provocaban las películas de su admirado Tarkovski, a quien está dedicada. «Cuando vi "El espejo"por primera vez fue igual que entrar en éxtasis. Él era como Dios para mí». Pero Dios murió hace años, dejando el trono vacante para que Von Trier lo ocupara. «Soy el mejor director de cine del mundo», dijo. Y se quedó tan ancho.Conservada en ámbar

No es raro que «Mal día para pescar», la ópera prima de Álvaro Brechner que representa a España en la Semana de la Crítica, naciera como un corto, porque la anécdota que la alimenta, sacada de un relato de Onetti («Jacob y el otro»), es insuficiente para las casi dos horas de su metraje. El luchador Jacob Van Oppen (Jouko Ahola) y su representante, que se hace llamar Príncipe Orsini (Gary Piquer), llegan a Santa María con el objetivo de sacarse mil dólares de beneficio organizando un combate amañado. «Son dos personajes en ruta, que viven en el pasado, completamente fuera de la realidad», cuenta Brechner, «y han creado su universo de retórica». Ese universo es el del tiempo mítico del western, el de los forasteros que llegan a un pueblo para revolucionarlo pero también el del espacio conservado en ámbar, casi fosilizado. Brechner habla de un tiempo congelado, y el problema es que ese frío se contagia al movimiento del relato y de sus personajes. Es ésta una película de perdedores en un mundo fabulado a la que le cuesta arrancar y resolver los conflictos, a pesar de su elegante acabado visual y lo entrañables que son sus antihéroes.