Crisis política en Italia

La denuncia

La Razón
La RazónLa Razón

La izquierda española, una belleza vaga y feliz, ha intentado exorcizar a la Italia de Berlusconi con sal gorda. Para exhibir la naturaleza facistoide de este mercader amoral «El país» ha entregado el pasado fin de semana un generoso croquis de Villa Certosa, la «isla» con el «tesoro» de Topolek, con sus presuntas velinas tarifarias, sus menores a pervertir y un primer ministro acompañado de la quinta del buitre transalpina tratándose los gatillazos en lujosa terapia de grupo. Cada periódico hace las promociones a su manera, con y sin cupones, pero este regalado periodismo de investigación debería resultar igualmente intachable expuesto en el zoco de los programas sensacionalistas. Es decir, llevar esta misma «intachable investigación» a la parrilla de programas que habitan a solas folclóricas lacrimosas, toreros asaltacamas y vedettes retiradas y depresivas. Una denuncia prostibularia para derrocar un régimen tildado de «extrema derecha» es, salvando el trecho, empurar a Al Capone por errores en los libros de contabilidad, cuando en el suelo todavía chorrea la sangre de sus delitos. Italia, subvencionada por la promoción de las ruinas de su pasado esplendoroso, está también en derribo en lo moral, con un mandarín que retuerce las instituciones y las pisotea. Este viscoso vodevil, como tapón de las cloacas de los Gobiernos de Forza Italia, no se puede etiquetar de «extrema derecha» a secas. Por eso, la izquierda resbala. Berlusconi es un bucanero, un ególatra, un patán que empezó cantando en cruceros y, pasados los setenta, se entretiene intoxicando a la opinión pública difundiendo que su ex mujer se está calzando a un gorila de la seguridad privada para celebrar el divorcio. Cuando acaben con el carrete de fotos, que en vez de pormenorizar sus abusos publiquen las letras de las canciones que escribió para Appizela. Son tan malas que seguro ayudan a derrocarlo.