Aeronáutica

La «guerra fría» se reactiva en los retretes de la Estación Espacial

La NASA no permite a la tripulación rusa usar su nuevo y lujoso aseo orbital

Un cura bendice (i-d) al astronauta ruso Gennady Padalka, que ejerce de comandante, al astronauta estadounidense Michael Barrat y al turista espacial estadounidense Charles Simonyi
Un cura bendice (i-d) al astronauta ruso Gennady Padalka, que ejerce de comandante, al astronauta estadounidense Michael Barrat y al turista espacial estadounidense Charles Simonyilarazon

Madrid- Primero fue la comida. Luego, el material de gimnasia en ingravidez. Y ahora, el nuevo retrete. Como si de un piso compartido por compañeros mal avenidos se tratase, el habitualmente cordial ambiente a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) se ha visto últimamente deteriorado por la decisión de la NASA de prohibir a la tripulación rusa hacer uso de su reluciente y «exclusivo» equipamiento. En una entrevista concedida al diario «Novaya Gazeta», el experimentado cosmonauta ruso Gennady Padalka, actual comandante de la Estación, lamenta que las relaciones internacionales a bordo del complejo orbital se resienten a causa del recelo de las distintas agencias espaciales a la decisión rusa de cobrar por cada lanzamiento a bordo de las viejas pero fiables naves soviéticas Soyuz, lo que viene haciendo desde 2003. «Como delegados de nuestras respectivas naciones, debemos estar por encima de las luchas políticas», dice Padalka, que tiene 50 años y cuenta con una década de experiencia a bordo de la ISS. Sin embargo, las órdenes de la NASA son claras: Nada de comida, prohibido tocar la nueva bicicleta estática y, lo que más duele al comandante ruso, veto al uso del nuevo y lujoso inodoro de uno de los últimos módulos instalados en el complejo. "Los protocolos médicos y de seguridad, así como los de situaciones de emergencia en caso de despresurización o incendio, se mantienen –declara Padalka–, pero no así los paseos espaciales, en los que sólo trabajarán en reparar sus módulos". El cosmonauta, que voló a bordo de la Soyuz junto al turista espacial húngaro-estadounidense Charles Simonyi y el astronauta de la NASA Michael Barratt el pasado lunes, parece especialmente molesto con el hecho de que el zoólogo y médico espacial de Washington se niegue a compartir con el ruso su comida, que es "más sabrosa"que la rusa, la única de la que dispone el comandante. "Puede que sea la última vez que Barratt entre en la parte rusa de la ISS", declaró amenazante Padalka. Las naves Soyuz pronto serán el único medio de alcanzar la Estación Espacial ante la inminente jubilación de los transbordadores espaciales de la NASA, que planea construir nuevos módulos tipo Orión, que se lanzarán en cohetes al modo ruso. De los seis transbordadores construidos, uno, el prototipo Enterprise, nunca estuvo operativo y descansa en un museo. Otros dos resultaron destruidos en sendos accidentes durante las maniobras de lanzamiento y reentrada (los Challenger y Columbia, en 1986 y 2003), y los tres restantes (Discovery, Atlantis y Endeavour) pronto serán carne de exhibición. El vuelo inaugural lo realizó el Columbia en 1981. Entre los cinco habrán completado más de 120 misiones en tres décadas. Mientras la tensión a bordo crece, entre los planes de las agencias espaciales está aumentar la tripulación de tres a seis ocupantes, lo que no sólo puede incrementar los roces y "envidias", sino que acabará con la oferta de turismo espacial que ofrece Roscosmos, la agencia espacial rusa, a través de la agencia Space Adventures. Simonyi se convierte así en el último multimillonario en visitar la ISS, además del único que lo ha hecho por dos veces.