Golpe de Estado en Venezuela
La irresponsable puesta en escena de Zelaya no ayuda a la reconciliación
El segundo intento del depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, de regresar a su país terminó convirtiéndose en un sainete impropio de un líder que ha recibido, durante el conflicto, el apoyo unánime de la comunidad internacional y que reclama para su persona el legítimo liderazgo de un gobierno democrático. Rodeado de más periodistas que simpatizantes, Zelaya cruzó la frontera y permaneció durante unos minutos sobre suelo hondureño para regresar inmediatamente a Nicaragua. El episodio, que buscaba mantener vivas las protestas de sus seguidores en el interior del país, ha sido duramente criticado tanto por EE UU como por Costa Rica, país cuyo presidente, Óscar Arias, ha ejercido de mediador en este contencioso. Ni los llamamientos de Zelaya a morir por la patria, ni que permaneciese acompañado en todo momento por el canciller de Hugo Chávez, ni las amenazas de este último de emprender «acciones de guerra» contra Micheletti constituyen los mejores avales para presentarse como el adalid de la democracia en Honduras ni mucho menos como un héroe. Si lo que de verdad busca Zelaya es el retorno de su país a la normalidad y la reconciliación de sus ciudadanos, no pueden volver a darse maniobras que, como ésta, dinamitan cualquier cauce de entendimiento y alimentan más episodios de violencia.
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