Artistas
La pareja
Como pareja cómico-artística tendrían cartel en el teatro chino de Manolita Chen. Se les observaría con perplejidad hasta que sobreviniese la carcajada, una de esas que se lanzan para espantar la vergüenza ajena antes de hacerla propia. Pero es que no forman parte de ningún espectáculo... ¿o sí? Vale, la política es una representación, sólo que a ellos, al tender a la sobreactuación, les queda forzada, como la de aquellos cómicos a los que homenajeó Fernando Fernán-Gómez en «El viaje a ninguna parte». Por si no lo habían adivinado, tengo en mente a Silvio Berlusconi y Gadafi. Si por separado algunas de sus imposturas sobrecogen, juntos ya son un regodeo para la vista. El presidente libio llegó a Roma en visita oficial con un uniforme militar que ya no llevan ni los soldaditos de plomo y una fotografía plastificada en la pechera. Berlusconi sonreía como cuando quiere agradar sin desentonar. O quizá ese rictus era el escaparate de su inconsciente, que barruntaba por qué, a diferencia de él, Gadafi puede llevar amazonas con el rango de guardia personal sin que le crujan. De la imagen pensaría: «¡Qué tierno, lleva una foto de su familia en el pecho como otros la guardan en la cartera!». Pues no, pero sí: la de una familia muy mal avenida, la que formaban los italianos y los libios cuando los primeros decidieron colonizarles. Una bonita provocación que no llegó a consumarse en astracanada en forma de conflicto diplomático porque «Il Cavaliere» ni se percató ni ganas que tenía. Bastante tiene con irritarse con las fotografías de ahora como para soliviantarse por una de hace más de 70 años. Todo esto se quedaría en una anécdota si no fuera porque ayer estaban cambiando inmigrantes como cromos y con los precedentes democráticos de Libia... Eso sí que no tiene gracia. Ninguna.
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