Presentación

La propina militante

La Razón
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Desde que Solbes ha dicho que la culpa de la inflación la tiene la célebre propina española yo he decidido que me voy a volver más espléndido y rumboso que nunca con el gremio de la hostelería. A mí es que ya nadie me quita el placer de darle al camarero que me pone el cortado ese euro de propina que tanto le jode a Solbes. Yo es que creo que ese euro hay que darlo a partir de ahora por pura militancia, por ideología, por convicción política. Me pasó lo mismo cuando Zapatero dijo que «fumar es de derechas». Desde entonces fumo el doble. Sé que es duro, difícil, arduo doblar la dosis de cigarrillos al día pero les doy mi palabra de que con fuerza de voluntad se puede conseguir. Y para ello cuenta uno además con la ilusión de que está derribando al Gobierno a cada pitillo que consume, como ahora también está haciendo algo por España en cada propina que deja. Aquí lo que hay que inventar es «la propina militante», «el euro por compromiso», «el eurazo de conciencia», entre otras cosas, porque nos va en ello nuestra idiosincrasia nacional. España es el único país del mundo en el que se deja propina en las barras, o sea en el que la propina no paga ningún servicio –como es atender la mesa– sino que se da por generosidad. Hay otros sitios en los que la propina de las comidas o las cenas es más alta que en España, pero ésa es una clase de propina utilitaria y obligatoria que retribuye un trabajo concreto y que no es una propina de verdad. Es más bien un impuesto, un suplemento. La propina española es modestita porque es popular, porque es democrática y todo el mundo se la puede permitir, porque representa la socialización tradicional de la hidalguía patria, de nuestra nobleza pobre. Es una propina humilde pero fresca y florece con la belleza de la naturalidad.

El Gobierno éste se mete con la propina como se mete con el tabaco y con nuestra hostelería en general obligándola a hacer reformas que lo encarezcan todo, perjudicándola en lugar de protegerla como lo que es: un Patrimonio de la Humanidad. El Gobierno no ha entendido nunca que si algo tiene de bueno España y nos distingue de los demás países es que hay un bar cada dos metros y que en la tasca más cutre te ponen una tortilla de patata que te mueres y que no puedes encontrar en el resto de la Unión Europea. El Gobierno éste nos va a prohibir un día de éstos hasta la tortilla española con el clásico pimiento rojo porque le parece facha. Quieren un país donde te sirvan unas copas miserables y raquíticas de ésas que te ponen sólo pasar a Hendaya, donde no haya tortillas ahora que el mundo está descubriendo los «tapas bar», o sea nuestros bares de tapas.

Sí, señores, lo confieso. Yo soy el culpable de la subida de la inflación en España. Aquí donde me ven, con esta cara de mosquita muerta, soy el que va dejando euritos por las barras de los bares a troche y moche, o sea cargándome el pan de sus hijos. Y soy también consciente de que Solbes debería dar la orden de habilitar en los bares zonas especiales, semejantes a las de los fumadores, para la gentuza que, como yo, no sólo deja propinas sino que osa calcular los precios en pesetas. Todo se andará si repiten Legislatura.